Lock Ons: pensar en los demás aunque no quieras

Las intervenciones artísticas pueden lanzar mensajes muy potentes cuando están bien planteadas. No hace falta que sean de gran tamaño ni que las firme una estrella del street art si las piezas están bien hechas y se colocan en el lugar oportuno. Cuando esto sucede, el arte urbano sin estridencias es capaz de llegar donde muchas campañas no llegan.

El arte puede hacerte sentir vulnerable cuando te encuentras seguro, pensar en lo terrible cuando fotografías lo bello o arrugarte el corazón cuando estás en pleno instante hedonista. Puede hacerte entender —de un vistazo— que hay personas que luchan, que sufren y mueren soñando con estar justo ahí, donde estás tú.

Señales punzantes del mundo exterior

Un pinchazo en una pompa de jabón. Eso es lo que provoca este trabajo del artista callejero Rough.eq, que eligió la apacible y ordenada ciudad de Basilea para recordarle a sus transeúntes que son muy afortunados. No muy lejos de este mundo hay otro mundo bien distinto donde la gente lo pasa fatal. La propuesta del artista es señalarlo.

Antes de explicar en qué consiste el trabajo Lock Ons (bloqueos), va un apunte de contexto: el escenario donde se instala esta obra es una de las ciudades culturales más importantes de Europa y la tercera más poblada de Suiza. Basilea es una ciudad fronteriza que se engarza en la confluencia con Francia y Alemania, y es también, como se ve en la foto de abajo, una urbe tranquila que se asienta a horcajadas del Rin.

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Cruzar el Mittlere Brüke (ese puente de la foto) es un trayecto habitual para los residentes y un recorrido obligado para los turistas. No solo porque conecta dos zonas de la ciudad, sino porque ofrece una panorámica estupenda de la parte antigua y permite hacer buenas fotos.

El puente, como se ve, es de piedra y cemento. Sin embargo, no es ajeno a una costumbre cada vez más extendida en el mundo: la de poner «candados de amor». Puesto que el Mittlere Brüke no tiene barandillas de hierro, los candados se concentran en la única reja que hay en todo el puente, justo en medio de la construcción.

Más allá del trasfondo cursi, del impacto negativo que supone la acumulación de candados para la arquitectura, y de lo discutible que pueda ser elegir estos ingenios como símbolo de amor, lo cierto es que la composición, en su conjunto, es llamativa. Precisamente por ello, porque capta la atención de los viandantes, Rough.eq eligió este punto para anclar allí esta escultura:

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Encadenada a los candados que profesan amor, hay una pequeña escultura de cemento que representa un grupo de migrantes en un bote, similar a los de verdad, los que intentan llegar a Europa en busca de refugio y asilo. Las figuritas y la embarcación, pintadas de colores, discuten en silencio con los candados, con esa reja, con nuestro férreo y limitante concepto del amor.

Ponerse en la piel de los otros

El contraste me pareció tan interesante que decidí hacer unas fotos. Y, mientras eso sucedía, observé la reacción de otras personas que, como yo, pasaban frente a la reja. Hubo de todo. Algunas también fotografiaban la escultura. Otras la encontraban curiosa y algunas otras, incómoda. No faltó quien se esforzó para fotografiar los candados dejando afuera del encuadre al barquito de los vulnerables. Como en la vida misma.

Todo aquello me resultó muy sugerente —cómo no—, pero terminó por cautivarme cuando apenas dos días después, en una zona cercana, encontré otro barquito, otra escultura. Si la primera me hizo pensar en la tragedia del Mediterráneo y recordar imágenes tan duras como las que muestra el documental Astral, la segunda me hizo sentir la pequeñez de echarse al mar sin saber si habrá una orilla al otro lado.

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¿Qué tiene esta figura para provocar una sensación así? La realidad que representa y el lugar donde la han colocado: se encuentra en la antesala de tu propia experiencia en el agua.

Solo una tabla entre el agua y tus pies

La catedral de Basilea está a orillas del Rin, en una zona elevada, no al nivel de las aguas. Desde las inmediaciones de este edificio baja una larga escalera de piedra que da acceso a un muelle flotante de madera. Este muelle —que si estuviera en otro país describiríamos como precario— permite subirse a una pintoresca barcaza, también endeble y también de madera. En tres o cuatro minutos, cruzas el río en ella, y te plantas al otro lado de la ciudad.

La escultura de los refugiados está allí, a pocos metros del río, del muelle y de la barcaza real, que es la razón por la que has bajado hasta este sitio. Porque eres turista y quieres montarte en el barco a hacer fotos.

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Claro, la experiencia cambia —y mucho— cuando cinco minutos antes te has topado con un objeto que te coloca la indefensión y la injusticia en la cabeza. Después de ver la escultura de los refugiados es muy difícil, sino imposible, cruzar el río sin pensar en otros cruces y otras aguas. Es muy difícil no sentir empatía con toda la gente que se lanza al mar de horizonte incierto cuando tú mismo te sientes vulnerable en ese barquito que se mece demasiado, que tiembla a merced de las corrientes y se estremece bajo tus pies.

Y eso que ves la orilla de enfrente, la barcaza lleva un cable de seguridad y solo has pagado 1,50€ por cruzar. La historia de los refugiados, como ya sabemos, es bien distinta hasta en eso.

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De vuelta en casa y, antes de sentarme a escribir, busqué datos sobre las pequeñas esculturas. De la obra Lock Ons y el artista, Rough.eq, encontré poca información en internet. La más completa se publicó hace un par de meses en la web de Brooklyn Street Art (BSA), donde reseñan este trabajo. Según explica el escultor a los autores de la página, creó y colocó más piezas en la ciudad, y la respuesta de la gente fue rápida, aunque no tiene muy claro si fueron muestras de apoyo o no. De los cuatro barquitos que instaló inicialmente, tres desaparecieron. El parecido con la realidad no es una mera coincidencia.


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Visita nuestra sección Otras perspectivas para conocer la propuesta de artistas urbanos y fotógrafos.

4 respuestas a “Lock Ons: pensar en los demás aunque no quieras

      1. Y mérito de quien observa también, como en la realidad. Ahora parece un mérito estar atentos al otro o atender a las pequeñas cosas, aunque tendría que ser un hábito.

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