3 cosas que puedes hacer para cerrarle tu puerta al racismo

Unas veces son evidentes y, otras, casi imperceptibles, pero las actitudes racistas existen y no hace falta mirar muy lejos para verlas. Se producen con mayor frecuencia y naturalidad de las que imaginamos, tal como muestra este experimento social de SOS Racismo.

Sí, tenemos un problema

En mis entrevistas con personas extranjeras, más de una vez surgió el tema. No fueron pocas quienes me contaron haber sufrido racismo o haber sido testigos de algún episodio de estas características. Las experiencias son casi idénticas, aunque haya entre ellas diez, quince o treinta años de diferencia. La dominicana Florentina Pérez, por ejemplo, recordaba la década de los 90 como una época en la que «había mucho racismo» en Bilbao. Cuando hablé con ella me contó que «a veces iba caminando por la calle y oía un ‘¡Mira, ahí va la negra!’» o que «si entraba en un bar, poco a poco se vaciaba».

El congoleño Franck Kankolongo me dio otro ejemplo de la discriminación: «He notado cómo alguien no se sienta a mi lado en el autobús por ser negro y eso me entristece mucho». Como él, el colombiano Jesús Sinisterra –que acudió a la entrevista con un libro de Malcom X bajo el brazo–, o el angoleño Betto Snay, que denunciaba (y denuncia) el racismo con su música, compartieron conmigo situaciones muy penosas en las que habían sentido el rechazo social.

Incluso a Larry Bokesa, que es vasco, le pasó. «Soy negro y, cuando era niño, el padre de un amigo se enfadó conmigo y me gritó ‘¡Vete a tu puto país!’. Había racismo hace cincuenta años, cuando mi familia vino a Euskadi, y sigue habiéndolo hoy, en pleno siglo XXI», me contó este bilbaíno de ascendencia guineana.

Tres gestos para frenar el racismo

En el Día Internacional contra el Racismo, nos preguntamos qué podemos hacer –de manera práctica y sencilla– para cerrarle la puerta y frenarlo. Y, como los grandes cambios empiezan con pequeños pasos que puede dar uno mismo, proponemos los siguientes tres:

1 | Revisa tu lenguaje

«Trabajar como un negro», «una merienda de negros», «cosa de negros»… ¿Has usado u oído alguna de estas expresiones? Seguro que sí. En nuestra manera de hablar existen muchas frases hechas donde lo negro se asocia a lo malo. Félix Rodríguez González, de la Universidad de Alicante, cita en este artículo unas cuantas.

Otras palabras y expresiones prefabricadas también pueden ser muy ofensivas. Referirse a los latinoamericanos como «panchitos», definir a las personas de la región andina como «machupichus» o decir que «no se lo salta un gitano» para señalar que algo es muy grande son solo tres ejemplos de vocabulario desafortunado.

¿Qué tal si empezamos por hablar con mayor precisión? El lingüista austríaco Ludwig Wittgenstein sostenía que el límite del lenguaje es el límite del pensamiento. Revisar (y mejorar) el modo en que nos expresamos es un punto de partida importante para cambiar la manera de pensar.

2 | Habla menos y conversa más

¿A cuántas personas de otros colores y otros países conoces? ¿Con cuántas conversas de manera habitual? Bajo las etiquetas simplistas –del estilo «los sudamericanos esto», «los chinos lo otro» o «los inmigrantes aquello»– perdemos de vista la escala humana, lo individual. Si tú no te identificas con todas las personas con las que compartes color, nacionalidad o continente, ¿por qué asumir como válida esa homogeneización cuando se trata de los demás?

Hablar menos de y conversar más con es clave para volver a ver personas donde antes solo veías conceptos. Existen algunas iniciativas muy interesantes que promueven este tipo de encuentros de calidad, como el proyecto Bizilagunak (la familia de al lado), que cada año tiene más participantes y que recientemente ha sido premiado en Europa por construir lazos de vecindad entre personas de diversas procedencias.

3 | Pon a prueba tu credulidad

No todo lo que lees u oyes es cierto. En materia de inmigración, hay muchas noticias falaces, descontextualizadas o tergiversadas que circulan por las redes sociales, los mercados de abastos o las sobremesas cuñadiles con alarmante rapidez. Así como Donald Trump dio crédito a un (falso) atentado en Suecia porque lo leyó en un tuit, cualquiera puede creerse noticias terribles sobre inmigrantes, magrebíes o rumanos que, en realidad, no son ciertas.

Contrastar la información que nos llega es fundamental. Si te han dicho o has leído frases tipo «los inmigrantes se quedan con las ayudas», «los refugiados son un peligro para nuestra seguridad», «no se integran» o «abusan de la Sanidad», deberías considerar que estás frente a un bulo y plantearte que, quizás por exceso de credulidad, te estás aproximando a la España de Trump. Para buscar información fiable –con datos, no opiniones– te proponemos acercarte a las iniciativas antirrumores, como la red vasca, la andaluza o la de Barcelona.

El racismo no es inofensivo (ni inocente)

Los estereotipos y prejuicios a veces pueden parecer inofensivos de tan sutiles que son. Sin embargo, hacen mella y mucho daño, incluso en los niños, como puedes ver aquí:

«Blanco bueno, negro malo». La dicotomía es muy simple (y muy falsa), pero condiciona a las personas desde la infancia. «Blanco bueno, negro malo; autóctono noble, inmigrante peligroso», delimita un marco para pensar. Condiciona nuestras relaciones con los otros.

Dar por hecho que una persona negra no puede ser de aquí es un error bastante habitual, y eso que existen ejemplos correctores de sobrada relevancia, como el futbolista rojiblanco Iñaki Williams o la cantante mallorquina Concha Buika.

Asumir que una persona con rasgos distintos a los mayoritarios solo puede ser ciertas cosas es otro error muy frecuente. Pasó hace muy poco –y a escala internacional– con Jung-a Kim, la esposa del británico Robert Kelly, a quien todos le asignaron el rol de niñera simplemente por ser surcoreana. Pasó hace más tiempo –y a escala local, en un pequeño pueblo de Euskadi– con la guineana Prisca Asong. «Alguna vez, mientras esperaba a mi esposo en la parada del tren, se me acercaron para ofrecerme dinero a cambio de sexo», me contó. ¿Quién iba a pensar que aquella mujer negra, sola y de pie en la estación, esperaba a su marido vasco? ¿Quién?

7 respuestas a “3 cosas que puedes hacer para cerrarle tu puerta al racismo

      1. Totalmente de acuerdo. Felicitaciones Laura, un excelente blog.
        Espero que tengas previsto publicar algo sobre la corrupción en América Latina. Desde el más pequeño, hasta el más grandazo y poderoso. Tu análisis es claro, preciso y vigente.

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