Hay sucesos que dejan marcas en la vida. Emigrar, con todo lo que ello implica, es un buen ejemplo de ‘experiencia con cicatriz’. La inestabilidad política, la volatilidad social y las crisis ciudadanas son también experiencias así, con secuela, en especial en un país como Honduras, donde el golpe de Estado más reciente tuvo lugar hace apenas cinco años. Dejar atrás la querencia, con la probabilidad incierta de volver, o perder para siempre un hermano, con la certeza de que no hay reencuentro ni abrazo posible, son marcas inocultables, aunque no necesariamente barreras.
Jhony Capella lo cuenta bien, en la entrevista y en sus canciones, cuyas letras son de su autoría y recogen vivencias personales. “Hay temas que me interesan mucho, como la inmigración, la mujer o la desigualdad social. Tengo unas cuantas canciones que se refieren a ello. Pero, básicamente, mis letras hablan de mis experiencias. Cuento aspectos de mi vida o comparto mi manera de mirar ciertas cuestiones. Es verdad que siempre hago foco en la parte positiva, porque soy optimista y defiendo la alegría, pero eso no significa que no sea consciente de los problemas”, explica.
“La violencia machista, por ejemplo, no la entiendo. Cuando veo las noticias y hay algún caso, me siento fatal. No es solo que esté totalmente en contra… es que no soy capaz de comprender cómo alguien puede hacerle daño a una mujer, ¡si son una bendición de Dios!”, exclama Jhony, que se enfrenta a un doble estereotipo: el que pesa sobre el inmigrante latinoamericano varón y el que recae sobre los jóvenes que gustan del hip hop, el reggaeton y los ritmos urbanos.
“Mira, cuando vivía en Honduras, asesinaron a mi hermano mayor -dice, con semblante más serio-. Fue una desgracia para nosotros, la consecuencia de la violencia callejera y de las malas decisiones. Yo, en ese momento, estudiaba. También jugaba al fútbol. Pero cuando pasó aquello, todo cambió. La familia se quebró. La impotencia y el dolor eran enormes. Aunque eso no cambia con el tiempo, sí puedes usarlo bien. Yo nunca olvido lo que pasó, y me da fuerza para seguir adelante, para ayudar a mi madre y a mi familia, para no dejar de trabajar en lo que me gusta y, sobre todo, para lanzarle un mensaje a otros jóvenes. No hay necesidad de proclamar violencia. Eso no conduce a nada bueno. Da igual que solo sea de palabra o en canciones, lo que a uno le sale por la boca, muchas veces se transforma en realidad”.
Por eso, sus propuestas musicales son optimistas, están llenas de energía e, incluso, tienen un toque de humor. Uno de sus últimos videoclips -que grabó aquí en Euskadi y lanzó el jueves pasado en Youtube- lo muestra con claridad. Lo que, en un principio, parece ser la típica canción de cortejo, acaba siendo una parodia al estereotipo dominante… una suerte de homenaje divertido a la cotidianidad de una relación. “Hay que aprender a reírse de uno mismo, a disfrutar de las cosas buenas y a quedarse con lo mejor de cada experiencia”, opina.
El frío del principio
“Cuando llegué, hace siete años, viví las mismas cosas que cualquier inmigrante. Me fui de mi país por la situación, no porque quisiera. Dejé a mi familia, empecé desde cero una nueva vida, trabajé en lo que pude, intenté ayudar a quienes se quedaron… Todo es difícil al principio. La adaptación no es sencilla; te encuentras solo, descubres el frío… Tengo una canción en el nuevo disco que se titula ‘Mi sueño’, en la que hablo de eso. Los primeros tiempos no son fáciles, pero no puedes dejar que la dificultad te arrebate lo que quieres hacer en la vida, la ilusión de salir adelante”.
El sueño de él, está claro, tiene que ver con la música. “Antes de venir a Bilbao viví en otras partes de España. Estuve en La Rioja, en Valencia, en Zaragoza… Me trasladé aquí cuando conocí a mi chica y a su familia. Fue una decisión personal y también profesional, porque en Aragón veía que no tenía la oportunidad de salir adelante con mi música. En Euskadi es diferente. Y hay gente de todas partes, lo cual es muy interesante y muy rico”.
Su observación atañe a lo social y a lo musical porque, además de su trabajo en solitario, Jhony forma parte de un grupo llamado Sildolfaya Music, junto a JuanpaStyle y Bettosnay (de República Dominicana y Angola, respectivamente). “Aquí, en Euskadi, he podido grabar mi primer disco. Es decir que este lugar me ha permitido avanzar. Antes estuve en otros sitios, pero me he quedado aquí. Me gusta mucho la ciudad. Es pequeña, acogedora y hay de todo. En especial, hay buena gente, que eso es lo más importante. Por supuesto que extraño La Ceiba, y a mi madre y mi familia, pero lo cierto es que aquí también me siento en casa”.