266 | Carlos

Diciembre es tiempo de balances y repaso. También lo es de hacer proyectos y concretar planes. Este mes -y, en particular, este día- es un punto de inflexión «y reflexión», como apunta Carlos Slutzky, un argentino de ascendencia polaca que vive en Euskadi desde hace once años. «Creo que ahora, en diciembre y enero, vamos a notar un ‘antes y después’. Hay mucha gente que se está yendo. Algunos conocidos, extranjeros como yo, me dicen que prefieren volver a casa», comenta.

En el locutorio donde trabaja casi desde que llegó, el planteamiento que más se repite tras la consolidación de la crisis se asemeja bastante a una negociación de mínimos: ‘Entre sufrir aquí y sufrir allí, prefiero hacerlo allí, que tengo a mi familia y sufro una sola cosa’, le dicen. «Pero eso es un apaño -matiza-, no una solución. A menos que seas mayor y ya no tengas energía, o que ya hayas cumplido con los objetivos que tenías al venir, lo mejor que puedes hacer es seguir luchando por ti, por tu familia y por tus hijos. La vida continúa», señala.

Si bien la debacle económica es responsable de gran parte de los retornos, no es la única razón que los explica. «Hay personas que deciden marcharse incluso teniendo trabajo -desvela-. Y su decisión no pasa por la situación actual, solo coincide con ella. Me refiero a personas que tenían un proyecto concreto cuando emigraron, como pagar deudas, comprar una casa o garantizar la educación de sus hijos, y que ahora, que lo han cumplido, solo piensan en regresar. Es decir, una vez que logran generarse un cierto bienestar en su país, vuelven para disfrutarlo aunque sea modesto porque no ambicionan ni necesitan más»,

Este es el caso de muchos, pero no el de Carlos que, como dice, ha venido para quedarse -o se ha marchado «para no volver»-. «Yo me fui de Buenos Aires escapando de la crisis que había y del famoso ‘corralito’ bancario. Cuando descubrí el País Vasco, gracias a un conocido, sentí que era un lugar estupendo para vivir. Además del paisaje, del mar, de la montaña, había (y hay) calidad de vida, posibilidades de desarrollarse y crecer. Eso fue determinante para mí: encontrar un entorno estable y seguro que me permitiera hacer cosas, emprender. Aunque mi país tiene muchísimos recursos, no tiene ese marco de estabilidad mínimo para que un comerciante pueda salir adelante, generar empleo y vivir».

La inseguridad comercial

Ha pasado más de una década desde que partió de su país. El ‘corralito’ y la devaluación son historia. Sin embargo, en opinión de Carlos, los problemas estructurales persisten. «Argentina podría estar mucho mejor que antes, pero no lo está. Hay mucha corrupción y hay una inmensa inseguridad comercial. Pongo un ejemplo concreto, de hace un par de años, cuando estuve de visita por allí. Tenía que cambiar las ruedas de un remolque, así que fui al taller y pedí presupuesto. Era miércoles y los neumáticos costaban 1.500 pesos. Siete días después, me llamaron para decirme que había subido el precio casi al doble. ¿Qué ocurrió? Que esa semana el Gobierno decidió cerrar la importación de cubiertas y, en consecuencia, el precio se disparó”.

El ejemplo es el primero de otros muchos que Carlos cita para ilustrar un contexto de «decisiones arbitrarias donde los comerciantes de a pie no pueden prosperar por mucho que quieran». Por eso, cuando le preguntan si tiene previsto regresar, él responde con otra pregunta: «¿Volver a mi país, a qué? Yo tengo ganas de trabajar, de crecer, de tirar para adelante», dice. Y, puestos a elegir situaciones económicas adversas, prefiere esta.

«La crisis que hay aquí es mitad crisis y mitad miedo. Creo que hay que lanzarse y no dejar nunca de intentar las cosas que uno quiere hacer en la vida. Si tuviera dinero ahorrado, montaría un restaurante de comida argentina. No lo tengo, pero tampoco me quedo quieto: inicio proyectos más modestos y ya está», explica Carlos, que hace unos meses comenzó a gestionar un servicio de paquetería. «Como comerciante, pienso que no es bueno dedicarse solo a recortar gastos, también tienen que implementarse medidas para generar ganancia. Como ciudadano, creo que el País Vasco es maravilloso; tengo buenos amigos aquí y no hay nada como ir a La Arboleda a comer unas buenas alubias, o hacer una barbacoa con los amigos en el monte. Lo único que echo en falta son mis hijos, que vienen todos los años, pero no viven aquí. Si los tuviera conmigo, esto sería realmente perfecto»,

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