Miras las noticias sobre Siria: los bombardeos, los niños muertos, los refugiados. Miras sus rostros, te conmueves con las expresiones de sus ojos. Lees las historias, sigues sus éxodos. A distancia, pero los sigues.
Te enojas con tus gobernantes, hacen poco. Podrían hacer más. Parece que no les importa. Y si estás en el Gobierno también te inquietas, aunque ahora tengas urgencias más próximas que resolver. El sufrimiento humano no es plato de buen gusto para nadie.
Miras miles de familias echándose al mar, dejándose la piel en las vallas, ahogándose, cortándose, desmembrándose en esa lenta carrera contra la muerte y las tristezas definitivas.
La misma Europa que a ellos les ilusiona a ti te decepciona. Donde ellos ven vida y futuro, tú ves a una aristócrata que ha envejecido mal. Cuánto te enoja esta injusticia. Cómo te duelen estos jirones de humanidad.
Vas a una manifa, donas dinero, financias a alguna ONG o escribes en tu blog unas palabras como estas. Sufres con las imágenes que escupe la tele, sufres desde la comodidad de tu sofá.
La situación es indignante y tú eres un ciudadano comprometido. Empático. Te dices a ti mismo que haces todo lo posible, todo lo que está en tu mano, que sabes ponerte en su lugar. Pero ¿es así? ¿Realmente haces todo lo que puedes? ¿Te indignas tanto como deberías?
Hagamos un test para descubrirlo.
‘Euromuñón, la lotería que pone a prueba tu compromiso con Siria’
¿Qué harías si dos veces por semana, cada miércoles y viernes digamos, 1500 europeos fueran escogidos al azar para intercambiar su lugar con el de un sirio, bombardeado o exiliado?
¿Qué harías si participaras en ese sorteo involuntario, si su resultado fuera irrevocable, si te tocara esa lotería?
«Que no me toque, que no me toque, que no caiga aquí, por favor, que no…», repetirías como un mantra mientras preparas la ensalada para la cena.
¿Qué harías si supieras que esta noche, o mañana, o pasado, podría llegar una notificación a tu casa para informarte de que en 48 horas te vas a Alepo? ¿Y si el elegido fuera alguno de tus padres? ¿Tu pareja? ¿Tus hijos?
¿Qué harías entonces?
¿Comprarías igual? ¿Seguirías los partidos de fútbol de tu equipo con el mismo interés? ¿Disfrutarías igual de un paseo por el parque con tus hijos? ¿Gobernarías como hasta ahora? ¿Te excusarías del mismo modo? ¿Aliviarías tu conciencia con una donación o una pancarta?
Deberías responder que sí, porque haces todo lo que puedes, porque no puedes hacer más. Porque ya es bastante el horror con que contemplas lo que le está pasando a los otros.
¿La inminencia de convertirse en los otros no cambia nada?
Sigue como hasta ahora, haciendo todo lo que está en tu mano, mientras te juras que con esa lotería en marcha sentirías el mismo espanto en la misma comodidad del mismo sofá.