Sushi a la mexicana (2014) es una película sin mayores pretensiones cinematográficas donde la cocina es el punto de encuentro entre dos culturas, y desde la que se perfila una historia sencilla, sustanciosa, que nos habla del aprendizaje, de la importancia de las decisiones, de la tenacidad, de la familia y de la confianza de las personas en sí mismas. Al igual que en el filme Peur de rien, nos encontramos con una protagonista cuya personalidad resolutiva intenta poner en positivo el carácter de las mujeres inmigrantes en circunstancias adversas.
Por Mayté Guzmán Mariscal
Sushi a la mexicana, dirigida por Anthony Lucero, también se convierte en una sutil crítica al rol que se le asigna a los inmigrantes, quienes quedan invisibilizados en las cocinas de los mejores restaurantes de Estados Unidos, aunque son ellos el motor que los hace lucir bien. Juana Martínez, la protagonista de este filme, está convencida de que no quiere estar más detrás y, con su tenacidad, lo consigue.
En Sushi a la mexicana hay un mensaje claro y sencillo sobre la voluntad. También es una invitación sutil a no conformarse. El cine se ha encargado a menudo de revictimizar a la mujer que es madre soltera y por ello acaba cediendo a la necesidad para hacer lo que sea por sus hijos, con una vida atravesada por el sufrimiento y la renuncia. Juana Martínez es inmigrante en los Estados Unidos, también es madre soltera y, junto a su padre, hace frente a las necesidades de la familia sin dejar de lado su avidez de aprender.
Tras haber trabajado como cocinera en distintos restaurantes de comida mexicana, vendedora de fruta en un carro ambulante, limpiadora de un gimnasio, empleada en un autolavado, Juana ve una oportunidad en un anuncio afuera del restaurante japonés Osaka. Aunque tiene amplia experiencia en cocina internacional, nunca había trabajado en un restaurante japonés, sin embargo, su actitud decidida le abre la puerta a la primera vez.
Barrera de género
Hasta aquí, la historia transcurre sin mayores altibajos, aunque cuando aparece el componente culinario en el centro, es innegable que la trama se vuelve más generosa y atractiva para el espectador.
En el restaurante, Juana conoce a Aki, quien le enseña los aspectos elementales de la cocina japonesa en una suerte de mística donde el maestro oriental acompaña a su discípula mexicana hacia el éxito. Entre ellos se teje un vínculo de amistad y compañerismo determinante en la película. De esta manera, el interés de Juana la lleva a dominar la preparación de los platillos japoneses más complejos, algo que culturalmente está reservado solo para los hombres. Su resolución va más allá cuando consigue posicionarse en el segundo lugar en el concurso de televisión Maestros del Sushi y ganar definitivamente el aprecio del dueño del restaurante para que pueda cocinar de igual a igual con el resto de cocineros varones orientales.
La película pone sobre la mesa otra reflexión que tiene que ver con la escasa fuerza social del inmigrante, igual que su visibilidad. A pesar de ser el motor de la industria gastronómica de aquel país, sus oportunidades de empleo se reducen por la falta de documentos y, en ocasiones, por las barreras del idioma.
Analizada con la lente de la actual coyuntura estadounidense, con el ascenso de Trump al poder, Sushi a la mexicana consigue hablarnos de esos sueños de miles de migrantes que este hombre se empeña en convertir en pesadilla.
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