Cuenta Assel Jetegenova que en su país, Kazajistán, nadie conoce al País Vasco. “Es difícil que alguien sepa lo que es o dónde está porque la idea que se tiene de esta parte del mundo es otra -señala-. Antes de venir, yo pensaba que España era Madrid, el flamenco y las playas de Barcelona. No podía ni imaginar que aquí en el norte existía un sitio así, tan especial, con un idioma tan antiguo, una cultura increíble y una historia propia. Esta tierra y su gente fueron para mí un gran descubrimiento”. La elección de radicarse en Euskadi, asegura, “fue un acierto”.
Assel llegó a Bilbao hace dos años y es una de las pocas kazajas que residen en el País Vasco. La razón inicial para venir fue “el amor”; la decisión de quedarse, una apuesta. “Quería tener la experiencia de ser extranjera, salir de lo conocido y colocarme en un lugar diferente que me impulsara a aprender cosas nuevas”, explica. No era la primera vez que salía de su país; antes de vivir en Euskadi estuvo viviendo en Rusia, pero no considera aquello como una verdadera aventura migratoria. “Vivir en Rusia es muy fácil; ir allí no es emigrar. El verdadero cambio está aquí. Emigrar es esto”.
La historia reciente de Kazajistán ayuda a comprender mejor esta reflexión tan particular. “Mi país es una ex república soviética, se independizó en 1991, así que la cultura y el idioma están muy relacionados. Yo hablo ruso; estar en un sitio o en otro me da más o menos igual. Cuando fui a Rusia a estudiar no sentí que fuera una experiencia de grandes cambios”. Lo que sintió, y mucho, fue frío. “Me hace gracia cuando la gente se queja del clima de aquí. La temperatura de Euskadi es ideal. Frío es el de Siberia. Mi primer invierno allí estuve a 45 grados bajo cero. Eso sí que es pasarlo mal. Esto es maravilloso”, compara.
Assel sostiene que esas temperaturas extremas no son buenas para la salud. Está convencida de que el clima templado, junto con la buena alimentación y una mejor economía, es lo que explica la longevidad de ciertas poblaciones. “Esa fue otra gran sorpresa para mí: en el País Vasco la gente vive muchos años. Es normal llegar a los 70, 80 o 90 años. En mi país, la esperanza de vida es menor”, dice, aunque matiza que Kazajistán es un Estado más avanzado de lo que se cree, con ciudades modernas e importantes infraestructuras. “Se suele pensar que es un sitio pequeño y atrasado, pero es el noveno país más grande del mundo”, apunta a modo de ejemplo.
Así como ella tuvo que aprender cosas de Euskadi que desconocía, su marido, que es vasco, ha hecho un aprendizaje intensivo de kazajo desde que están juntos. De algún modo, para ambos, conocerse ha supuesto descubrir mundo. “Nos conocimos en Praga, en 2007 –recuerda–. Yo había ido a visitar a mi mejor amiga, que estaba estudiando allí, y mi marido había ido de vacaciones con un grupo de amigos. Fue muy divertido porque, la primera vez que nos vimos, él pensaba que yo era coreana o japonesa, y yo estaba convencida de que él era turco”.
Entre risas, Assel explica que veía “mucho pelo” en aquellos chicos, y que automáticamente creyó que venían de Turquía. En paralelo, como ella tiene rasgos asiáticos, la confundieron con una coreana. Su chico no imaginó que ella era kazaja, y ella no imaginó tampoco que él podía ser euskaldún. Tampoco imaginaron que acabarían casándose y formando una familia en Bilbao. Hoy viven aquí y son padres de Amaia Aru, una niña de ocho meses cuyo nombre sintetiza sus raíces.
Casi de película
“En Praga solo compartimos tres días; luego cada uno volvía a su país. Paseamos juntos, hablamos… había una energía especial; eso lo sientes o no”, relata ella. Al escuchar la historia, es difícil no pensar en la película ‘Antes del Amanecer‘, con unos jovencísimos Ethan Hawke y Julie Delpy enamorándose en las calles de Viena. “Estuvimos cinco años sin vernos”, avanza Assel, que durante ese tiempo vivió en Kazajistán y se dedicó a forjar su negocio. “Trabajo en Network Marketing, mi trabajo se basa en internet”, puntualiza.
Su trabajo tiene una ventaja inmensa: la posibilidad de ejercerlo desde cualquier parte del mundo. “Mi marido fue a Kazajistán y conoció a mi familia. Yo también vine de visita la primera vez. Finalmente decidimos vivir aquí porque yo lo tenía más fácil para trasladarme. Nos casamos en Bilbao porque le quedaba más cerca a la mayoría de los invitados, incluidos amigos míos que viven en Inglaterra, Rusia y Estados Unidos. La verdad, estoy encantada con la decisión. Es mi primera experiencia como extranjera y está resultado muy enriquecedor esto de conocer otra cultura y otra manera de pensar. Estoy contenta. El País Vasco es un sitio estupendo para vivir y para tener a tus hijos”.