396 | Mustapha

Mustapha Ali se despidió de su familia. Era la primera vez que viajaba tan lejos, que se separaba de los suyos. Nunca se había montado en un barco ni había pasado quince días en el mar. Hasta aquel día de 1985, Mustapha era un niño saharaui que había vivido en un campamento de refugiados; con suelo árido bajo los pies y un desierto en el horizonte. La perspectiva de un mar azul y un barco inmenso era, por contraste, una promesa de aventura; una promesa que cumplió sus expectativas infantiles y que amplió su proyección como adulto.

“El barco pertenecía a la ex Unión Soviética y era enorme -describe-. Me impresionó mucho por su tamaño y porque cabían muchas personas en él. En ese momento yo tenía doce años y aquello me parecía increíble. Me entusiasmaba el viaje y no me sentía triste porque, si bien no viajaba con mi familia, tampoco estaba solo. Embarqué junto con otros niños saharauis de mi edad y éramos un grupo numeroso, alrededor de 800”, calcula. Esos niños, como muchos otros, se beneficiaron del convenio de cooperación internacional entre el Frente Polisario y Cuba.

“Los quince días que pasamos en el mar fueron una maravilla para mí. ¡Imagínate! Ser un niño saharaui y pasar dos semanas en medio del océano. Recuerdo ver delfines nadando a nuestro lado, acompañando al barco, recuerdo los colores, el azul… Fue una experiencia tremenda, única, imposible de olvidar”. El viaje cautivó a Mustapha, pero fue el destino lo que le cambió la vida: la Isla de la Juventud, en Cuba, se transformó en su hogar y su escuela durante los siguientes catorce años.

“En esa isla había, sobre todo, estudiantes, universidades y escuelas. Yo crecí en un lugar donde había jóvenes de diversas procedencias. Éramos unos treinta mil estudiantes extranjeros, de África y de América Latina. Compartí con ellos el instituto y la universidad. Cuando llegué, me ayudaron mucho otros estudiantes saharauis que habían llegado antes”, explica Mustapha, aunque puntualiza que esa ayuda fue más de integración cultural que idiomática, ya que él, en la escuela, había estudiado español.

A los tres años de vivir allí, pudo volver de vacaciones con los suyos. “Me premiaron por ser buen estudiante. Volví a casa durante un mes”. Después, sí, continuó con sus estudios en la isla caribeña, que lo recibió siendo un chaval y lo devolvió licenciado en Derecho. “Terminé la carrera en 1999 y volví a los campamentos, donde ejercí mi profesión durante tres años, hasta que regresé a Cuba para trabajar como profesor de estudiantes saharauis. Cuando el cambio de entorno es tan notable, resulta fundamental que se ayude en la inserción, facilitar la adaptación, explicar ese otro mundo”, señala.

Lazos con Euskadi

La capacidad didáctica de Mustapha lo devolvió al Sahara en 2010, esta vez, como profesor de español para niños que, más adelante, viajarán a Cuba. Sin embargo, es su expediente académico y su capacidad como estudiante lo que le ha traído hasta aquí. “Existe un convenio entre Euskadi, la Universidad del País Vasco y el Ministerio de Cooperación de la República Árabe Saharaui Democrática. El Gobierno Vasco otorga unas becas para formar estudiantes saharauis e impulsar la cooperación humanitaria y el desarrollo de nuestro pueblo en el ámbito educativo”, detalla él, que llegó hace menos de dos años para hacer un master en Cooperación Internacional.

Mustapha tiene 42 años ahora y vive en Bilbao desde principios de 2014, aunque aclara que la suya es una estancia temporal. Regresará al Sahara, donde más le necesitan. “He terminado mis estudios y he presentado mi trabajo final, en el que analizo los principales cambios de Cuba desde 1990 hasta la actualidad. Mi idea siempre fue enfocarlo desde la experiencia de vida de un extranjero que ha vivido allí y que ha tenido el privilegio de presenciar los mejores y peores momentos. Cuba es un país al que le tengo muchísima admiración y respeto”, reconoce el joven abogado, que el viernes pasado, coincidiendo con el aniversario de la muerte de Ernesto ‘Che’ Guevara, participó junto a la asociación Euskadi-Cuba en un coloquio sobre el conocido médico argentino.

“También le tengo un gran respeto al País Vasco -añade-. Yo nunca había imaginado que vendría a Europa, y la verdad es que agradezco que haya sido aquí, un lugar donde la gente es muy solidaria y la sociedad se vuelca mucho en ayudar a los demás. Lo echaré de menos, sin duda, pero no me quedaré aquí. Tengo previsto regresar a los campamentos en breve, para ayudar en lo que haga falta, y continuar difundiendo la causa saharaui”.

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