Llegó a Bilbao hace 16 años, atraído por su clima y por la biblioteca de Hegoa. Para un investigador como él, interesado en los modelos económicos respetuosos con el medio ambiente, el Instituto de Estudios sobre Desarrollo y Cooperación Internacional de la UPV era uno de los mejores lugares donde podía pasar las horas. “En esa época, yo residía en Andalucía; estaba haciendo allí un doctorado, y vine hasta aquí por esta biblioteca”, relata Hernando Bernal Zamudio. “Así que, sí: puede decirse que vine al País Vasco a leer… y que ya nunca quise marcharme”.
La oferta académica, el entorno y el clima tuvieron mucho que ver con esa decisión. “En principio, llegué a Córdoba con una beca Mutis de la Agencia Española de Cooperación Internacional. Vine a hacer un posgrado. El problema es que el clima fue demasiado duro para mí. El ambiente era muy seco y caluroso; me costaba adaptarme”, cuenta. El cambio fue muy brusco para él, que había pasado los cinco años anteriores en la selva del Amazonas. “Soy colombiano, de la región andina, pero mi vida profesional siempre estuvo ligada a la selva. Soy un amazónico adoptado”, dice con simpatía.
“El ambiente húmedo de Bilbao y el paisaje de múltiples verdes me gustaron mucho, me sedujeron. Allí, en en el Instituto Hegoa, me sentía feliz. Cuando me ofrecieron quedarme y hacer aquí el doctorado, acepté encantado”, recuerda. Aquel cambio derivó en una nueva titulación académica para él, pero también en un interesante proyecto de integración para pueblos indígenas que involucraba economía, ecología, cooperación al desarrollo y globalización. “Fue el embrión de una alianza estratégica con la Cátedra UNESCO de Desarrollo Sostenible y Educación Ambiental y de una iniciativa impulsada por varios profesionales de aquí y de fuera que hoy, nueve años después, sigue creciendo”.
Hernando se refiere a la Asociación ‘Amassunu’, un colectivo que “busca impulsar la Interculturalidad y la Biomimesis” articulando los saberes de diversas disciplinas, desde la ingeniería y el derecho hasta la biología y la antropología. “’Amassunu’ es una expresión que significa ‘el agua que canta’ o Río Amazonas en lengua tupí guaraní -explica despacio, consciente de que ha deslizado palabras complejas sobre la mesa-. La Biomimesis propone imitar a la naturaleza, cuya ingeniería es eficiente y perfecta. Los seres humanos despilfarramos materiales, destruimos, no tenemos un modelo de consumo sostenible. Y los grupos sociales que sí cuidan su entorno y sus recursos, como ciertas tribus indígenas, son paradójicamente las más ‘pobres’”, observa.
Más democracia tecnológica
“Una parte de nuestro trabajo intenta que la ciencia y la tecnología no estén vinculadas a la exclusión social, sino a lo contrario. En este momento, la ciencia y la tecnología no son ni equitativas ni democráticas. Es necesario corregir eso. La tecnología tiene que ser inclusiva. La ciencia debería ser capaz de incluir a las sociedades, especialmente en los países del Tercer Mundo”, opina Hernando, que actualmente preside la asociación. “Nos dedicamos a la investigación, la publicación editorial y la docencia, al desarrollo de proyectos de cooperación internacional y a poner en marcha proyectos sostenibles de I+D+I”, agrega.
Los -muchos- proyectos que han puesto en marcha en estos años (algunos de ellos, en colaboración con ASOCOLVAS, la asociación de colombianos y colombianas en el País Vasco) no solo se han traducido en varios documentales y libros -de difusión gratuita-, también han generado lazos tan interesantes como curiosos con aquellos grupos humanos de los que se ocupan. “Uno de nuestros compañeros, que es vasco y profesor universitario de epistemología del conocimiento, viajó hace algo más de un año a la Amazonia, a uno de los pueblos indígenas con los que trabajamos. Y allí se quedó. Está feliz, en pareja con una princesa huitoto”, cuenta Hernando para ilustrar una faceta menos conocida de la globalización y la interculturalidad, que «se ha hecho realidad en la socio(bio)diversidad actual».
“Pero cuidado, que cuando hablamos de pueblos indígenas y entorno selvático no estamos hablando del aislamiento total -advierte-. En el mundo hay muy pocos pueblos que estén aislados -unos 70 en la Amazonia continental-. Esta, en concreto, es una sociedad que tiene acceso internet y miembros con una formación académica estupenda. La pareja de nuestro amigo ha estudiado fuera, ha ido a la universidad, y también trabaja por mejorar las condiciones de vida de su pueblo. Porque, hay que decirlo, la globalización ha dejado allí otras cosas además de las antenas parabólicas».
«En la zona se cultivan plantas de coca, que es sagrada, además de la explotación de hidrocarburos, maderas, recurso íctico, entre otros; eso mueve la economía de la región: hay embarcaciones con motores fueraborda y, sin embargo, no hay un ambulatorio con lo mínimo para garantizar la atención sanitaria básica en el Corregimiento de la Chorrera”, describe Hernando, que ilustra así el impacto del ‘progreso’ peor entendido. “Por eso trabajamos, para combatir estas desigualdades que nos afectan a todos. En lo profesional y en lo personal, soy muy feliz con lo que hago”.