340 | Ninoska

Ninoska Lazarte está feliz. Se encuentra en ese punto dulce de la vida donde los sacrificios y la constancia reciben su recompensa. Casi diez años después de haber llegado al País Vasco, hoy puede afirmar que algunos sueños se cumplen. “Me siento realizada -asegura-. Después de tantos obstáculos, dificultades y lucha, siento que al fin he encontrado lo que vine buscando hace años”. Lo dice con humildad y con mucha gratitud hacia quienes le han allanado el camino. “No es fácil progresar cuando no conoces a nadie, cuando eres extranjero y cuando quieres ejercer tu profesión”.

Ninoska es boliviana, aunque su nombre haga pensar más Rusia que en un país de América Latina. Estudió Odontología en su país y se marchó con una beca, para hacer un posgrado. “Mi universidad distinguía a los tres mejores alumnos de cada promoción con becas de estudio en el extranjero -detalla-. A mí me dieron a elegir entre Argentina, Brasil y España, y yo escogí venir aquí por aquello de expandir el horizonte y cruzar fronteras”. Su expediente académico fue el billete y el pasaporte que la llevó de Cochabamba a Barcelona, donde se especializó en implantología, un área quirúrgica que se dedica a la colocación de implantes dentales.

“Cuando terminé el curso vine a Bilbao porque mi pareja estaba en Euskadi y, desde entonces, no me he movido de aquí, ni siquiera para visitar Bolivia”, dice con cierta nostalgia en la voz. “La verdad es que me marché pensando en volver… pero el tiempo fue pasando y la vida cambió mucho. Sí sabía que no iba a regresar enseguida, ya que desde un principio tenía la intención de homologar mi título. Me parecía importante aprovechar que estaba aquí para obtener un título con más peso internacional”, explica. Así, cuando le dijeron que para ello solo debía cursar tres materias, Ninoska no lo dudó.

“Me quedé para eso, aunque cada una de esas asignaturas involucraba más cosas y me llevó más tiempo del que esperaba, pues prácticamente tuve que repetir toda la parte clínica. Pero me fue bien. Fui la única extranjera que homologó el título en la primera convocatoria”, dice visiblemente satisfecha, aunque no tarda en añadir que el terreno laboral le resultó mucho más complicado que el académico. “La Administración no te pone barreras para estudiar, pero sí para trabajar. Pude venir, quedarme, hacer una especialización, incluso convalidar mi carrera, y todo eso me costó menos que acceder a mercado laboral”.

Empezó como muchos otros, en el sector de la limpieza. “Tenía que comer y mantenerme. Y regresar a Bolivia no era una opción -explica-. Allí, los odontólogos con especialidades son muy apreciados, y hay muchos. La competencia es feroz. De pronto vas a un edificio y hay treinta consultorios, y mientras te diriges al de tu dentista, otros te hacen señas desde sus puertas y te ofrecen atenderte por menos dinero. Eso sí que es duro para trabajar, en especial, si vas a empezar desde cero. Por eso no me planteé volver. Mi pareja estaba trabajando bien aquí, así que decidimos intentarlo”.

La «diamantito»

En el proceso, nacieron sus hijos, Jhon Ander y Asier. Y la maternidad lo cambió todo. Ninoska puso en pausa su carrera y se dedicó de lleno a sus niños, hasta que volvió a ponerse en carrera. “Aunque estábamos bien, y aunque ser madre es lo más gratificante del mundo, yo no me sentía completa. Yo quería trabajar, quería dedicarme a lo mío”. Y lo logró cuando un par de odontólogos vascos le abrieron la primera puerta, la más difícil de abrir. “Me apodaron ‘la diamantito’ porque decían que solo había que pulir un poco para sacar los brillos”, recuerda con cariño. “Siempre les estaré agradecida.

Poco a poco, Ninoska fue abriéndose paso. “Trabajé en clínicas grandes, muy conocidas, y también en clínicas pequeñas. Hubo una, de hecho, en la que me contrataron por ser sudamericana, ya que apuntaba a ese público en concreto. Nunca lo entendí, pero parece que es algo bastante extendido, ya que hay unos cuantos anuncios de trabajo donde se especifica esa preferencia. ‘Se busca odontólogo latino’, dicen, como si ser latino fuera una especialidad”.

“A mí eso nunca me convenció”, confiesa Ninoska, que decidió hacer las cosas a su modo con el apoyo de su pareja. “Después de trabajar y ahorrar mucho, el banco nos concedió un crédito y pudimos reunir el capital necesario para montar mi consultorio. Fue muy sacrificado. Para que te hagas una idea, hasta pusimos una frutería: sabíamos que era rentable y levantamos el negocio antes de traspasarlo -detalla-. Sin embargo, ha valido la pena. Hoy he alcanzado mi meta y hay más gente trabajando conmigo, tanto de Bolivia como de Euskadi. Me gusta eso. Hacemos un gran equipo”.

Anuncio publicitario

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s