Para Luis Caballero, todo es política y todo es poesía, aunque parezcan dos mundos distintos que no tienen conexión. Venezolano, emigrado en 1982, su vida ha enlazado siempre las venas literarias con las reivindicativas. En su opinión, la situación de su país mejoró mucho con el mandato de Hugo Chávez, especialmente para las familias más humildes, las que residen en los barrios pobres, cuyos testimonios y opiniones no recoge la televisión. “La tele -sostiene- muestra otras cosas. Si te fijas bien, en las imágenes de manifestaciones, de disturbios o de violencia, no verás ni un solo rancho o chabola. La oposición está en otros barrios, como la mayoría de los que emigraron ahora, en estos años. Son críticos porque han perdido privilegios”.
Él pertenece a otra generación migratoria. El país al que llegó ya no es el mismo que era entonces, y tampoco se ha mantenido sin cambios el país del que se marchó. “Viví en Madrid en la época de ‘la movida’, fui testigo de los cambios sociales, de la innovación de Felipe González, del crecimiento económico de aquí. En esa época no había muchos sudamericanos, así que ese rasgo jugaba a mi favor. Mi acento, mi aspecto, llamaban la atención”, recuerda Luis, que vino a Europa con una beca para estudiar en la Universidad Complutense, pero estaba decidido a quedarse.
“En aquel momento, yo tenía 24 años y Venezuela vivía un periodo de gran desigualdad social y corrupción. Comían las seis familias de siempre, y el resto de la población sobrevivía. Lo que funcionaba era tener conocidos, enchufes o, como le llamábamos entonces, la ‘operación colchón’. Llegabas a los sitios, a los puestos de trabajo, según a quién conocieras o con quién te acostaras”, recuerda con pena. “Yo vendía libros y enciclopedias en una editorial. Así conocí a la esposa de uno que era importante, le pedí que me recomendara con su marido y gracias a eso empecé a trabajar en Transporte y Comunicaciones”.
En un sistema de trabajo “donde las oposiciones no existían”, era difícil imaginar los cambios que vendrían. “No soñábamos ni por asomo que un hombre iba a hacer lo que hizo Hugo Rafael”, dice Luis, usando solo el nombre de pila para referirse a Chávez. “Antes de que él llegara al poder, Venezuela era un país iletrado: ningún chaval sabía quién era el Lazarillo de Tormes, pero todos sabían quién era Superman. Una de las medidas que implementó fue regalar una biblioteca a cada chaval que acabara sexto grado, con autores que iban desde Dumás hasta Saint-Exupéry. Cuando alguien hace eso es porque quiere a su país”, razona.
Misma historia, otra versión
Él, en especial, valora el gesto y el impulso a la cultura. Si bien emigró para estudiar, durante muchos años trabajó en lo que pudo. “Fui barrendero, con un contrato para sábados y festivos que me permitía comer tres veces por semana. Después, cuando fue el auge del gas en los hogares, cogí un pico y una pala y me dediqué a cavar las zanjas para las tuberías. Ahí me ahorraba el gimnasio”, recuerda con humor ahora, tantos años después, que convive con una incapacidad permanente total por problemas óseos. “Hay una parte hereditaria y una parte relacionada con la alimentación en la infancia. La leche que se vendía en Venezuela tenía muy poco calcio, y no existía la sal yodada, así que tuve hipertiroidismo hasta que llegué aquí.”.
Luis se mudó de Madrid a Bilbao hace siete años. “Me vine enamorado”, cuenta él, que el año anterior había conocido a una chica de aquí. “Y, en cuanto llegué, el sistema nervioso central volvió a su sitio: la vida aquí es mucho más tranquila, más amable para las personas. Cuánto tiempo hacía que no me subía a un autobús y tenía sitio para sentarme”, indica a modo de ejemplo. Aunque ha trabajado en distintas cosas, ahora mismo colabora con un centro de día, donde se dedica a la promoción y el fomento de la lectura. Su misión es estimular, mediante la literatura, a quienes tienen problemas de inclusión social.
En paralelo, se mantiene conectado con los cambios de su país e intenta darlos a conocer aquí. El próximo fin de semana, sin ir más lejos, participará en el XI Encuentro Estatal de Solidaridad con la Venezuela Bolivariana, organizado por el Círculo Bolivariano “La Puebla” de Euskadi y la asociación de amistad Euskadi-Cuba. Uno de los cometidos de estas jornadas, según apuntan sus organizadores, pasa por dar a conocer experiencias democráticas de poder popular, de construcción de espacios socialistas, y de consolidación de derechos sociales y económicos en Venezuela, acerca de las cuales existe un silencio absoluto en los grandes medios de comunicación internacionales. “Es importante explicar ciertas cosas, difundirlas, matizar”, afirma Luis, que ha encontrado su lugar en Bilbao. “Me gusta mucho el País Vasco y no tengo previsión de marcharme. Pero si tuviera que hacerlo, solo me iría a Caracas”.