Decir que La Habana y Bilbao son ciudades muy diferentes es como indicar que el agua de mar tiene sal. Una obviedad. Precisamente por ello, no es tan obvio ni esperable que una misma persona pueda sentirse a gusto, en casa y cómoda en ambos lugares, a pesar de sus notables diferencias. Pero es posible. Fue lo que le ocurrió a Janet Lía Mestre, que vino aquí por el amor de un vasco y acabó cautivada por todos. “Me encanta Euskadi -afirma, rotunda-. Me gustan los vascos, la cultura, el idioma. Todo”, añade con la entonación de quien se ahorra una larga lista de redundancias y etcéteras.
“Es que estoy enamorada de este país”, insiste. Y explica que esta fascinación cultural, si bien fue un amor “a primera vista”, hoy podría definirse como una relación sólida y duradera: Janet reside en Euskadi desde hace 19 años. “Más de la mitad de mi vida la he pasado aquí”, dice esta peluquera cubana, que todavía no ha llegado a los cuarenta.
“Vine muy joven. Vine por amor y porque soy aventurera: nunca sentí miedo a dejar mi país, ni a empezar una nueva vida en un lugar tan diferente, desconocido, desde cero. Al contrario. La idea me entusiasmó un montón. Cuando todavía estaba en Cuba, conocí a un chico de aquí, nos enamoramos y decidimos casarnos”, sintetiza Janet, que entonces tenía 17 años y estudiaba danza contemporánea y teatro. “Me encantaba… y me sigue gustando todo lo que esté relacionado con la expresión artística. Siempre pienso que algún día debería conectar con ese mundo otra vez, pero me falta tiempo”, lamenta.
Quien hace esta reflexión no es la muchacha aventurera, sino la mujer trabajadora, autónoma, que regenta su propio negocio y es madre de dos hijos, Eder y Maitane. “Cuando llegué aquí, empecé haciendo algunas cosas en publicidad, danza y teatro. Pero aquello era puntual y no me permitía tener unos ingresos fijos”, señala. Lo conversó con quien entonces era su marido -en la actualidad, están divorciados- y decidió que lo mejor era aprender un oficio. “Mi ex marido opinaba que yo debía dedicarme a algo que diera dinero”. Y ella, que es una mujer emprendedora y valora mucho su independencia, estuvo de acuerdo con él.
“Estudié peluquería. Hice las prácticas en una cadena de estética muy conocida y después empecé a trabajar en otra, donde estuve muchos años; primero, como peluquera y después, como encargada”, relata Janet que, además de estos estudios, el trabajo y la maternidad -sus hijos tienen ya 12 y 16 años-, se sacó tiempo para estudiar euskera. “Me apunté en el euskaltegi hasta que aprendí a hablar el idioma. Como te he dicho antes, me parece fascinante el País Vasco, y eso que es muy diferente de Cuba”, compara.
Cambios decididos
Para ella, el cambio fue bastante acusado, aunque precisa que en ningún momento lo pasó mal. “Supongo que eso tiene que ver con mi carácter y con el momento en que vine -razona-. Ten en cuenta que era una chiquilla y que, cuando uno es tan joven, tiene ganas de experimentar cosas nuevas. En ese momento de la vida, es más interesante el descubrimiento que la nostalgia”, prosigue, aunque esta manera de ver las cosas es una constante en su vida. Hace tres años, Janet dejó su empleo como encargada y se lanzó a montar su propia peluquería en Indautxu.
“Puede parecer una temeridad por la crisis y la situación actual, pero yo me sentía capacitada para hacer ese cambio. Había estado muchos años como encargada, tenía la experiencia suficiente de cómo llevar un negocio y contaba también con una clientela fija, de muchos años. Por eso me animé”, explica. Lo que no conocía -pero aprendió con rapidez- fue “lo duro que resulta ser autónomo. Nunca tienes tiempo para nada”, resume con una sonrisa.
“Quizá la única ventaja, además de que trabajas para ti misma, es que puedes elegir cuándo tomarte vacaciones con un poco más de flexibilidad. Pero solo un poco”, matiza Janet, que intenta ir a Cuba cada dos años para no perder contacto con su gente y los mejores rasgos de aquella cultura. “La sonrisa, la alegría, el optimismo… eso me gusta, y también a mis hijos, que han ido conmigo. Eso sí, lo del gusto por el baile sigue siendo cosa mía, porque ellos son muy vascos”, reconoce con mucha simpatía, al tiempo que dice sentirse muy arraigada a Bilbao. “No sé qué pasará más adelante, yo no escribo el futuro. Solo sé que mi presente está aquí”.