Las palabras de Flor Tregnaghi están cargadas de vitalidad. A sus 21 años, tiene el empuje de la juventud, una vocación creativa y unos cuantos proyectos entre manos. “Disfruto con lo que hago y me siento muy afortunada. No siempre es posible dedicarte a lo que te gusta, trabajar con tu talento; sé que es una gran suerte y lo valoro muchísimo”, dice con una sonrisa. Es difícil conversar con ella sin contagiarse de su entusiasmo, de la noción de que todo está por hacerse y que lo mejor aún está por venir.
Flor es argentina, de la ciudad de Santa Fe, y llegó a Bilbao hace tres años, cuando acabó el bachillerato. “Primero vino mi padre, dos años antes que yo. Eligió Euskadi porque tenía un amigo aquí. Mientras él abría el camino, yo terminé mis estudios allí, por eso no viajamos todos juntos”, explica. Ese periodo fue largo, pero ella lo aprovechó para perfilar mejor sus proyectos. “Lo mío es la moda, siempre lo fue. Cuando era niña -relata-, mi madre cosía en casa y mi padre se dedicaba a la venta de telas. Aquel era mi mundo, y desde pequeña supe que quería dedicarme a eso”.
Aprendió a coser con su madre, aprovechando los retales o las telas de su padre. Pero aquello no le bastaba, así que se apuntó a un curso de corte y confección. “Quería hacer patrones, saber más… Hice el curso tan feliz, mientras estudiaba en el instituto. Así empecé a diseñar mi propia ropa y a hacerla con lo que tenía. Algunas veces usaba prendas antiguas, como algún vestido inmenso de mi abuela, para hacerme blusas o camisetas”, recuerda. “Coser me salía más barato que comprar la ropa hecha y me permitía renovar mi armario con mucha frecuencia pero, además, lo disfrutaba”.
Por esa razón, cuando dejó Argentina para venir a Bilbao, lo hizo con las ideas muy claras. “Quería aprender más, formarme, dedicarme a esto -explica-. Antes de venir, averigüé por internet dónde podía estudiar aquí, qué opciones tenía, todo… Elegí estudiar Estilismo y Diseño de Moda. Y, la verdad, lo más difícil de todo ese proceso fueron los meses que tuve que esperar para que empezaran las cases. Lo demás fue muy fácil. Creo que cuando haces algo que te gusta, que te llena de verdad, los sacrificios no importan; te da igual quedarte levantada hasta las cinco de la mañana para terminar un trabajo”.
El ejemplo que pone es real, y le sonará familiar a cualquiera que haya compaginado los estudios con la vida laboral. “Una de las cosas que más miedo me daba al empezar la carrera era estudiar y nada más. Es decir, no encontrar ningún lugar donde poner en práctica las cosas que fuera aprendiendo mientras las aprendía. Muchas veces ocurre que terminas la carrera y tienes el título, pero no has experimentado nada, no has dado ningún paso en el mundo real”.
Desde esa perspectiva, Flor define como “un lujo” la oportunidad de trabajar junto al fotógrafo Lucho Rengifo, muy conocido en Bilbao por ser el responsable creativo del famoso calendario de bomberos. “Lucho está trabajando ahora en un proyecto precioso, personal, que se llama ‘Fashion Poses’ y que explora las distintas técnicas para mejorar el posado fotográfico en el ámbito de la moda. Para mí es estupendo poder colaborar con él y aportar lo que sé, sobre todo, como estilista”, indica.
Imagen personal
“Pero, eso sí, me gustaría aclarar que un estilista no es un maquillador o un peluquero, porque muchas veces se confunden unas cosas con las otras. El trabajo de un estilista tiene que ver con la imagen personal y con la moda; es un profesional que sabe qué cosas se usan, pero también cuáles te quedan bien según tu tono de piel o tu complexión física. La idea es sacarle el mayor partido posible a tu imagen de acuerdo a las tendencias de la pasarela. Quizá el rol más conocido sea ahora el del personal shopper, una persona que sabe de tendencias y que va contigo de tiendas, ayudándote a elegir aquello que te queda mejor”, compara.
“Otro momento en el que se recurre a un estilista es cuando se acerca una fiesta, una boda por ejemplo. Sin embargo, como decía antes, también hay un ámbito artístico en el que puedes desarrollarte y aprender de la experiencia, tanto tuya como de otros grandes profesionales que llevan trabajando más tiempo que tú. Mi trabajo con Lucho es un ejemplo de eso. La verdad es que estoy encantada, con él, con la ciudad y con la gente de aquí. Me gusta mucho el País Vasco, siento que me ha aportado grandes cosas desde que llegué. Es un lugar magnífico para crecer y para emprender, incluso en tiempos de crisis”.