312 | Teresa

Conversar en estos días con Teresa Valero equivale a viajar a México con una guía cultural bajo el brazo. «Las tradiciones decembrinas de mi país son muy bonitas y singulares», explica ella, que preside la asociación México-Euskadi desde noviembre, aunque cambió el D.F. por Bilbao hace dos años. «Cuando uno llega a un país nuevo, se siente solo. Es fácil añorar las cosas que se han dejado. Por eso me he centrado en desarrollar actividades que me permitan integrarme con las costumbres y personas de aquí, pero también en compartir las de mi tierra. En ese sentido, la asociación desempeña un papel fundamental».

Hace quince días, el colectivo organizó un taller de piñatas para que los niños -también los adultos- disfrutaran y conocieran más de cerca esta tradición. «No se trata solo de recordar, sino de compartir», explica. «Nuestra asociación es un poco peculiar, porque no está integrada solo por mexicanos. Hay muchos vascos. El día de las piñatas, por ejemplo, vino una señora de aquí con su hijo. Habían vivido dos años en mi país, se sabían todas las canciones típicas y las cantaban».

Entre las peculiaridades del colectivo mexicano, Teresa señala que un elevado porcentaje está solo de paso. «Buena parte de la gente viene a estudiar, de modo que son muchos los que están por poco tiempo. Por otro lado, el vínculo cultural y familiar es muy estrecho. Además de que las tradiciones de allí resultan llamativas y gustan, hay muchos vascos que vivieron en México. También hay muchas parejas mixtas, como la mía», indica a modo de ejemplo.

«En mi caso, me mudé a Bilbao porque mi pareja es de aquí. Él es periodista y estuvo trabajando en mi país, donde nos conocimos. Los dos teníamos buenos empleos allí, pero él no acababa de adaptarse; sobre todo, por la inseguridad», relata Teresa, que trabajaba en el Ministerio de Salud. «Había muchos secuestros ‘exprés’, por dinero. Les pasó a tres compañeros míos. Bajar a la calle a fumar un cigarrillo o salir más tarde de lo habitual era un problema. De hecho, en el ministerio habían implementado unos servicios especiales para acompañarte hasta el metro».

Pasar de la precaución permanente a la apacibilidad fue un gran cambio para ella, aunque reconoce que no fue sencillo. «Siempre he sido muy de ciudad y he vivido acostumbrada al ritmo vertiginoso que te marca un lugar como el D.F. Venir aquí cambió por completo mi manera de vivir. Pasé de trabajar a no hacerlo y se modificó el aspecto profesional y familiar, si bien la familia de mi pareja me ha recibido estupendamente. Al principio me costó, aunque ahora lo veo de otro modo. En la ciudad se te va la vida, no tienes tiempo para pensar ni para apreciar los paisajes, ni disfrutar con algo simple, como ver mudar las hojas de los árboles».

Regenerar las tradiciones

Desde esa perspectiva, está contenta con el cambio, si bien señala que en su país la gente sabe ser feliz a pesar de los contratiempos. «Los mexicanos tenemos una forma de vivir la vida muy simple, somos alegres. La sociedad mexicana es una de las más felices, a pesar de la situación de inseguridad. Tenemos tendencia a ver siempre el lado amable de las cosas. Además, las tradiciones se van regenerando, no se quedan obsoletas, no se mueren con las personas mayores, sino que los jóvenes las mantienen vivas». Lo hacen, incluso, fuera de su tierra.

La semana pasada, la asociación celebró las posadas mexicanas, una fiesta popular y religiosa ligada a la Navidad. «En esa fiesta se representa el peregrinar de José y María, buscando posada porque el niño Jesús está a punto de nacer. Comenzamos el 16 de diciembre, que es el día de la Virgen de Guadalupe, y seguimos durante nueve días, cada vez en una casa diferente. En México, los vecinos de una calle se ponen de acuerdo para organizarse. Y todos los días hay piñata, comida, canto especial para pedir posada y entrar», relata.

«Otras fiestas típicas son las pastorelas. Representan la peregrinación de los pastores a Belén e incluyen a varias figuras o personajes, desde el pastorcito perezoso, el cotilla o el glotón hasta diablos y ángeles, que dificultan el camino o lo hacen más llevadero. Este año no lo celebramos en Bilbao, pero en 2012 sí. Y fue muy divertido, porque el chico que hacía de diablo era alemán y hablaba como nosotros, pero con su acento. Imagínatelo diciendo ‘son un montón de pastorsitos’», recuerda Teresa, antes de señalar que estas fiestas, en su país, se extienden «del 16 de diciembre al 6 de enero. Por eso las llamamos la ‘maratón Guadalupe-Reyes’. Hay que aguantar hasta el final y es largo».

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