En un restaurante o un bar, a menudo no prestamos atención a quien está detrás de la barra, a la persona que cocina o al camarero que nos atiende. Sin embargo, sus historias muchas veces son interesantes. Más aún cuando vienen de otro país, porque las migraciones son experiencias poderosas que dejan huella y contienen relatos. ¿Quién es esa persona? ¿Dónde ha nacido? ¿Por qué ha venido hasta aquí? ¿El cambio ha sido un acierto? ¿Es feliz?
Yanaisa Gálvez es cubana, llegó a Euskadi en 2005 y trabaja en Getxo. Atiende la barra de un bar. Su trabajo le gusta, más que nada, por las personas con las que comparte faena y por el ambiente del lugar. «Hacemos un buen equipo, estamos a gusto y el local es muy ‘chévere’», describe con un acento peculiar. Su manera de hablar -y, también, de entender el mundo- es una mezcla de la cultura de Cuba y la vasca. «Emigrar es complicado. Llega un día en que no sabes bien a dónde perteneces, te enamoras de una tierra pero tus raíces están en otra, y al final no eres de aquí ni de allí», reflexiona.
Simpática y tenaz, se le da bien el mundo de la hostelería, aunque jamás había incursionado en él hasta que llegó al País Vasco. Tampoco había trabajado en una pescadería hasta que se ofreció a ayudar a su tía, que vive en Euskadi con otros miembros de su familia. «Ella estaba embarazada y ya no podía atender a los clientes, así que fui a echarle un cable. Cuando me vi por primera vez con un pescado en la mano, no lo podía creer. ¡No tenía ni idea! Pero fíjate cómo son las cosas que, al cabo de cuatro meses, ya cortaba, limpiaba, troceaba y me manejaba con las anchoas como si lo hubiera hecho toda la vida», recuerda sonriente.
Pero «la vida» de Yanaisa es otra cosa. «Mi vida es el baile», confiesa, y la frase es literal, porque su vínculo con la danza comenzó cuando tenía tres años. «En casa notaron que me gustaba y que tenía aptitudes, así que me alentaron. Mi tío, en concreto, fue el gran motor impulsor». La apuntó en la Escuela Nacional de Gimnasia Rítmica. Seis años estuvo allí. A los nueve empezó su formación en la Escuela Nacional de Ballet. Ocho años más. Los siguientes tres se dedicó a aprender sobre la puesta en escena de espectáculos.
Con ese punto de partida -riguroso y exigente-, no es de extrañar que Yanaisa fichara por el Cabaret Tropicana, uno de los más famosos del mundo. «Empecé como todos, formando parte del reparto, pero entré con muy buen pie. Poco después, me ofrecieron un papel como solista». La conocida e histórica sala de espectáculos de La Habana le brindó su primer trabajo como profesional. También, una enorme experiencia. «Para mí, ha sido una escuela», dice Yanaisa, que pasó de allí a una compañía de baile cubana radicada en Alemania.
Soltar amarras, echar anclas
En Europa ofrecían un espectáculo sobre la historia de su país mientras ella descubría otro muy diferente del suyo. Y eso le hizo plantearse la importancia de conocer más y «ver mundo», aprender «sobre otras danzas y propuestas culturales». Los grandes cruceros turísticos le brindaron esa posibilidad: Yanaisa trabajaba en los escenarios al tiempo que visitaba países. Cuando sintió que la experiencia llegaba a su fin, decidió echar el ancla en Euskadi. «Aquí vivían mis tíos y mis primos, que son muy queridos para mí. Elegí el País Vasco por ellos, pero me quedé porque esta tierra es estupenda y su gente, maravillosa».
La contrapartida de su elección es que no vive del baile, como le gustaría. Aún así, está contenta, porque sigue formando parte de su vida. «La hostelería me permite mantenerme: hay que pagar las cuentas, la luz, el alquiler, el teléfono, y eso tiene que salir de algún lado. No es mi pasión, está claro, pero tampoco se me caen los anillos por no poder bailar como antes. En todo caso, trabajar en oficios diferentes te enseña que eres capaz de hacer muchas cosas, que siempre puedes dar más».
«Además -continúa-, me he preocupado de seguir entrenando y practicando cada día, aunque solo sea una hora, para mantenerme ágil y en forma. También intento aprender de las nuevas tendencias para no quedarme desfasada. A veces surgen posibilidades y hay que estar a la altura para aprovecharlas», opina. La más reciente le ha salido ahora, en fiestas de Bilbao. La pasada semana actuó en el bar alemán de la plaza del Ensanche. «Eso es vida para mí… no es un trabajo, ni una profesión; es algo que llevo dentro y que siempre estará conmigo».