El carácter emprendedor no se hereda, pero se aprende. Y aunque no existe un ‘gen de la pujanza’, en ocasiones este afán es un rasgo de familia. La historia de Yoanna Libreros Ángel, su madre y su hermano es un buen ejemplo de ello. Cuando se marcharon de Colombia, si bien no viajaron juntos, compartían la misma visión: salir adelante, labrarse un futuro y construir todo aquello que en su tierra no habían podido lograr. «La primera en venir fue mi madre», cuenta Yoanna, refiriéndose a un hecho «decisivo» que tuvo lugar hace más de diez años. «Vino con la convicción de trabajar, ahorrar y asentarse para ayudarnos a nosotros, que quedamos en Colombia». En ese momento, Yoanna tenía 18 años y su hermano, Álex, cursaba el último año de carrera en la Facultad de Ingeniería. Sin embargo, los recursos para sostener esa estructura no alcanzaban. «Por eso mi madre decidió emigrar. Nos explicó su decisión y fue sincera con nosotros: sabía que iba a ser una etapa difícil, y no sabía cuánto iba a durar».
El mejor de los escenarios era un par de años sin verse -en la mayoría de los casos, transcurre más tiempo-. «Nosotros, en cambio, volvimos a vernos pronto, a los nueve meses de su partida. Fue como un segundo embarazo y nacimiento», compara Yoanna, antes de añadir que fueron tiempos muy duros. «Cuando mi madre se marchó, empecé a estudiar un secretariado ejecutivo, pero las cosas no estaban bien. La situación del país no era como para echar cohetes. La gente joven salía de la universidad sin perspectivas de trabajo, sin saber muy bien qué hacer. También había muchos recortes de salarios y derechos de los trabajadores», describe.
«Además, yo no me encontraba bien. Echaba de menos a mi madre. Quizá parezca una tontería, pero me hacía falta mi mamá. Ya sabes cómo es&hellip ¿Te duele la cabeza? Tu madre te lo cura. ¿Estás triste por algo? El abrazo de tu madre te alivia&hellip En resumen, yo quería estar con ella, y ella, que lo notaba, lo estaba pasando mal». Para ese entonces, apenas unos meses después de llegar, la madre de Yoanna estaba trabajando como empleada doméstica.
«Que te guste lo que haces»
«Sus jefes le ayudaron a traerme y les tengo mucho agradecimiento por ello, porque yo no sé qué estaría haciendo en Colombia de haberme quedado allí. Los jefes de mi madre se portaron muy bien con nosotras. Incluso fueron con ella en coche hasta Madrid, a recogerme en el aeropuerto de Barajas. El reencuentro fue muy emocionante, un abrazo muy fuerte y bonito. Las dos creíamos que iba a pasar mucho más tiempo antes de volver a vernos».
Ya aquí, con diecinueve años, Yoanna comenzó a formarse en aquello que más le gustaba: tratamientos de belleza facial y corporal, masaje relajante, cosmética y maquillaje. «Es fundamental que creas en ti misma y que te guste lo que haces, al igual que aprender tanto como puedas. Yo me preparé a nivel empresarial para poder abrir mi negocio. Al principio, trabajaba a domicilio, pero quería tener mi propio local y hacer las cosas a mi manera. Para eso, además de las ganas, hace falta formarse y trabajar mucho. Ten en cuenta que estoy armando esto desde el año 2005», dice ella, que ahora tiene 32 años y ha logrado construir su sueño.
En el proceso, su madre y su hermano la ayudaron mucho. Él acabó la carrera en Colombia y también vino a Euskadi. Se apuntó a los cursos empresariales de Lan Ekintza y, junto a su madre, inició su andadura comercial. Alquilaron una lonja y empezaron desde cero, invirtiendo los ahorros que tenían y ahorrando tanto como les era posible, incluso en el billete de metro: caminaban en lugar de usarlo.
Desde 2006 regentan un conocido locutorio y ultramarinos en Deusto. «Establecerse en un nuevo entorno siempre es difícil, pero no imposible -opina Yoanna-. Solo es cuestión de querer hacerlo, adaptarse, superarse a uno mismo y trabajar mucho. En el País Vasco es más fácil emprender, tienes otras oportunidades, pero debes ser flexible. Si no te adaptas, ¿para qué vienes?», afirma.