La historia de Renato Malca está marcada por las maletas. De ida, de vuelta, de cambios… Para este peruano, de Lima, los últimos diez años han sido un tiempo de inicios. Antes de viajar a España, vivió tres años en Estados Unidos. Regresó a su país. Se marchó a Andalucía. Después, a Madrid. El Camino de Santiago le trajo hasta el País Vasco. Quedó prendado con él. Se mudó a Bilbao hace algo más de dos años y, aunque sigue enamorado del lugar, en apenas unos meses, se marcha. Las maletas, esta vez, irán con él hasta Alemania.
“Siempre me gustó viajar -dice-. Al principio, mis desplazamientos eran cortos, desde Perú hacia países fronterizos, como Brasil o Colombia. El viaje a Estados Unidos fue el primero que hice lejos y por un tiempo prolongado. Cuando volví a mi ciudad, tres años después, retomé una relación que tenía con una chica. Ella era, es, española, por eso vinimos aquí”, sintetiza. La relación no prosperó, pero él decidió quedarse. Y un día, en Madrid, “en la línea 9 del metro”, conoció a quien hoy es su esposa.
“Nos casamos en un pueblito muy lindo, San Martín de Valdeiglesias, y nuestra boda fue casi una convención de la ONU -recuerda con humor-. Asistieron amigos actuales, también de otros tiempos, y de países diferentes, ya que yo soy de Perú y mi mujer es alemana”, detalla. Amantes de la naturaleza y las actividades al aire libre, Renato y su esposa decidieron vivir la experiencia del Camino de Santiago. Así descubrieron Bilbao, su entorno y su gente. Y supieron con certeza que querían vivir aquí. “Los episodios migratorios se marcan de esta manera”, señala.
El País Vasco les brindó todo aquello que buscaban: tranquilidad, bienestar, cultura y naturaleza. También una huerta lúdica, que alquilaron para cultivar y disfrutar, y un trabajo estable, acorde a su preparación. Renato es psicólogo, terapeuta familiar y especialista en violencia filioparental; esto es, en padres maltratados por sus hijos, y reconoce que ha tenido mucha suerte al poder ejercer su profesión, incluso su especialidad. “Me considero afortunado -subraya-. Hacerte un hueco en un país distinto al tuyo es muy difícil; mucho más, ejercer tu profesión y continuar formándote”.
Está comprometido con su trabajo y se nota en cuanto habla de él. “Atiendo a todo tipo de familias con situaciones de violencia dentro del hogar, en especial, cuando la ejercen los hijos. No hay edad para el maltrato: he visto casos de niños de diez años, hasta adultos de cuarenta. Lo que varía, quizá, son los niveles de violencia. Esto sorprende, pero no es nuevo; siempre ha existido, aunque antes se ocultaba por vergüenza. Los problemas no han cambiado, las leyes sí, y muchos padres se han visto desnudos frente a los cambios de normativas”, expone.
En su opinión, “queda mucho por hacer y existen iniciativas muy interesantes para abordar este problema”. De hecho, una de las cosas que más le apenan de marcharse es esa: que los proyectos se queden inconclusos. “Me deja un sinsabor -reconoce-, pero al menos me he tomado unos meses para finalizar algunos programas antes de marcharme”. Este verano viajará definitivamente a Alemania, donde ya le espera su esposa. “Le ofrecieron hacer un doctorado y trabajar al mismo tiempo… y justo al lado del pueblo donde creció. Era una oferta muy buena, por eso nos marchamos”.
Él echará de menos unas cuantas cosas de Bilbao, lo tiene claro. “Además de los amigos y la gente que he conocido, además del barrio y la zona, además de la naturaleza, la montaña y el mar, extrañaré las perspectivas, los planes. Ya te digo que este lugar nos cautivó desde el principio y que solo nos marchamos porque hay una razón de peso”. Otra cosa más concreta que le hará falta a Renato es la Alhóndiga. “Es un refugio genial, un espacio de encuentro y ocio familiar donde me siento comodísimo. Me encanta ir, participar de las actividades que se organizan… Le da mucha vidilla a las familias”, apunta. Y agrega: “Siempre recordaré con mucho cariño a Bilbao”.
Su siguiente desafío: aprender alemán. “Me pondré a hacer un curso intensivo ni bien llegue; eso es clave para integrarse y trabajar. Supongo que si algún día regreso a Perú, llegaré hecho una mixtura de todos los sitios y las costumbres que he conocido. Así como ahora hay gente que emigra de aquí, yo soy producto de la crisis que hubo en mi país. A veces, cuando leo las noticias locales o hablo con personas que se plantean emigrar, tengo la sensación de que esto ya lo viví, de que es un déjà vu. Me hablan del futuro, les cuento mi pasado y hablamos de lo mismo”.