El próximo Mundial de fútbol y la ilusión de unos Juegos Olímpicos. Cambios notorios en la economía y el entramado social. Desarrollo sostenido, naturaleza, ocio, negocios y oportunidades de crecimiento. Así podría dibujarse Brasil en los tiempos que corren; un país de dimensiones continentales y fértil que, por su cultura y pujanza, capta todas las miradas del mundo. También las de Luciano Fernandes, que en la distancia observa «entusiasmado» el despegue de su tierra. «Brasil es un país a tener en cuenta si quieres buscar oportunidades ahora mismo; en especial, en áreas como la construcción y la energía».
Lo dice con propiedad. Luciano es ingeniero mecánico, ha trabajado muchos años en el sector industrial y en la actualidad se dedica a mejorar la gestión tecnológica de Gerdau, el mayor fabricante en España de aceros especiales y de forja y fundición. Desde hace casi seis años, cuando viajó de Brasil a Euskadi, trabaja en la planta de Basauri. «Antes de venir aquí trabajaba en la misma firma, en una planta ubicada en el sur de Brasil», explica. Se dedicaba a la producción cuando le propusieron venir aquí para implantar el sistema de gestión de la empresa. Aceptó.
En un primer momento, su decisión de emigrar estuvo ligada a motivos profesionales. No obstante, a ello se sumó después una inmensa curiosidad. «Me interesaba la posibilidad de cambiar de país por todos los beneficios que esto conlleva: experimentar diferentes culturas, conocer nuevos lugares… En resumen, crecer como ser humano y realizarme como persona a través del contacto con todo lo que fuera nuevo para mí». Además, como el destino que su empresa le propuso fue Europa, «la decisión fue mucho más fácil, pues la calidad de vida estaría garantizada».
Luciano viajó con su mujer y cuenta que la adaptación resultó muy sencilla para ambos. «Me di cuenta de que los vascos son amables y atentos. Nos sentimos arropados desde el principio y, a día de hoy, tenemos muchos lazos de amistad y estamos totalmente integrados», dice Luciano, que en diciembre se estrenó como padre de «un pequeño vasquito». Desde su punto de vista, «fue todo muy natural» y sus compañeros de trabajo jugaron un papel muy importante en la adaptación inicial al nuevo entorno. «Me invitaban a salir, me presentaron la cultura de los potes y los pintxos y después mi mujer y yo fuimos ampliando nuestro círculo de amistades», relata.
«¡Vaya cocina tienen!»
Lo que más le llamó la atención de Euskadi es que tiene «un pueblo muy orgulloso de su cultura» y que siente «una gran pasión» por sus tradiciones. «También me ha parecido que los vascos están muy ligados a la familia y son muy respetuosos con las opiniones ajenas y otras culturas. Antes de venir a vivir aquí -confiesa Luciano- no había hablado con casi nadie sobre Euskadi y los vascos. Ahora, cuando alguien me habla de la fama de ‘duros’ y ‘cerrados’ me resulta muy curioso. Para nada, mi impresión es muy diferente», explica el brasileño.
De hecho, entre su tierra y el País Vasco hay unas cuantas similitudes. «Rio Grande do Sul es el estado más meridional de Brasil, por tanto el más apartado del ecuador -aclara-. En Porto Alegre, la capital, el clima no es tan diferente del que tenemos en Bilbao. En invierno llega a tener temperaturas cercanas a cero grados y la humedad es intensa», compara, aunque el clima no es el único punto en común.
«También nosotros somos unos apasionados defensores de nuestras tradiciones y cultura», desvela Luciano. «Mostramos con orgullo el desarrollo que ha tenido nuestra zona en áreas como la educación y la cultura, así como los avances que hemos hecho para tener una industria fuerte y una agricultura y una ganadería punteras. Nos pasa un poco como a los vascos, porque en el resto del país somos considerados como un pueblo ‘cerrado’ y ‘duro’, aunque la verdad es que también somos muy amables». Amables y amantes de la buena gastronomía, tanto propia como ajena.
«¡Vaya cocina tiene el País Vasco!», exclama Luciano, antes de confesar que una de las cosas que más echa de menos de su tierra es la carne, el churrasco. «Bueno… también se extraña lo típico: la familia, los amigos de allí, la convivencia con la gente que queremos y que está tan lejos. Y claro, poder ir al campo y ver al Gremio, el equipo de mi corazón».