263 | Katherine

El camino de la inmigración tiene múltiples direcciones: las rápidas y las lentas, las de ida y las de vuelta, y las que convierten esos pasos en un constante transitar. Este último es el caso de Katherine Pujana Cortés, que nació y vivió parte de su infancia en Colombia, se trasladó a Euskadi cuando tenía ocho años, vivió aquí los siguientes diez y ha pasado el último lustro repartiendo su vida entre ambos horizontes: el de Bilbao, donde ha crecido, y el de su Cali natal, que jamás pudo olvidar.

«Nunca he dejado de sentirme colombiana y me siento orgullosa de serlo -dice-. Por esa razón, me duele cuando se habla mal de mi país o de su gente, cuando se cree que Colombia es solo droga, putas y guerrilla. Los países son mucho más que lo que muestran las noticias», agrega Katherine, que tiene unas palabras similares para Euskadi. «El País Vasco es un lugar muy especial para mí; tanto mi madre como yo le debemos mucho. Y tampoco me gusta que se hable mal de los vascos, que solo se cuenten cosas malas, porque la realidad no es así. De hecho, para mí Euskadi sería el lugar perfecto si yo tuviera aquí a mis afectos e hiciera un poco más de calor».

La familia y los amigos de Katherine están al otro lado del Atlántico, en Cali, donde volvió para hacer su carrera en Cosmetología y Estética, y donde -asegura- la infancia es más distendida y feliz. «Parecerá una tontería, pero el clima influye muchísimo. El buen tiempo te permite hacer planes al aire libre siempre. Puedes salir al parque, ir a patinar o coger la bici en cualquier momento del año. Cuando yo era niña, podía disfrutar mucho de eso con mis amigos. Aquí, en cambio, solo tienes unos meses para hacerlo. Los niños pasan más tiempo en las casas, con las consolas o la televisión».

En contrapartida, Bilbao tiene algunas bondades difíciles de encontrar en otra parte. «Aquí hay más tranquilidad y seguridad. Incluso en época de crisis sigue existiendo la estabilidad, sobre todo para los jóvenes. Aún hay oportunidades, algo que en mi país no siempre ocurre y que empuja a la gente a emigrar». No se refiere a ella misma, que vino siendo una niña, sino a su madre, que hace más de quince años decidió hacer las maletas. «Ella fue la que abrió el camino para las dos y la que decidió quedarse aquí para seguir progresando», cuenta Katherine, aunque ni la decisión ni el proceso fueron fáciles.

Dos años de espera

Cuando su madre emigró, ella tenía seis años y tuvieron que pasar dos más para que pudieran volver a abrazarse. En ese tiempo, Katherine se quedó al cuidado de sus tías y su abuela. Mientras, su madre empezó a trabajar aquí como interna, a ahorrar tanto como podía y a contar los días para el reencuentro. «Fue difícil y doloroso para ambas, pero esa era la única opción de mi mamá para salir adelante como familia. Lo ha hecho todo con muchísimo sacrificio y no siempre le resultó sencillo, porque estaba sola. Pero, mira, la acogida aquí fue buena y, poco a poco, ella se fue ganando un espacio hasta que pudo abrir la tienda», resume.

La aventura comercial de su madre -un local de moda colombiana- comenzó hace cinco años. Hasta entonces, el trabajo como asistenta y en el sector de la hostelería fue el sustento de las dos. «Yo me dediqué a estudiar y debo decir que la integración, desde la escuela, fue muy buena. También es verdad que cuando yo vine no habían tantos extranjeros como ahora, y que quizás por eso yo llamaba la atención. Por mi manera de hablar, mi acento, mis expresiones y el color de mi piel fui la sensación de la escuela», recuerda divertida, y añade que jamás tuvo problemas de discriminación, de racismo o xenofobia.

«Los profesores me ayudaron muchísimo porque para mí todo era diferente. Historia, Geografía… todo nuevo. Lo más parecido a lo que yo sabía eran las matemáticas. Mis compañeros también me integraron super bien. Quizá ahora, con la crisis, haya más recelo hacia el extranjero; pero entonces no era así, todo el mundo iba a su rollo y nadie se fijaba en el aspectos de los demás; no existía la discriminación», observa Katherine que, aun así, decidió regresar parcialmente a Colombia. Voy y vengo. Tengo gente querida allí y a mi madre aquí. Me gustan cosas de los dos sitios y tal vez por eso soy un poco inconformista. En Bilbao, echo de menos Colombia. En Colombia, pienso mucho en Bilbao”.

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