Cada vez que Carolina se presenta, recibe a cambio un gesto de sorpresa. O de incredulidad. O de ambas cosas. Pero nunca, jamás, indiferencia. Más de una vez le ha tocado enseñar el DNI. Su apellido es Herrera y, en cuanto acaba de decirlo, resulta casi inevitable pensar en la exitosa diseñadora de moda. «Tranquila, que no soy ella», se apresura a decir con gran sentido del humor y una risa que contagia de alegría. «Yo soy otra Carolina Herrera -prosigue-. Nací en Colombia, vivo en Gorliz y trabajo en Leioa», enumera como señas de diferencia aunque, al igual que su homóloga venezolana, se dedica a la belleza femenina. Lo suyo es la cosmética y la estética. Y una fuerza de superación arrolladora.
Carolina Herrera, la de aquí, se marchó de Colombia hace once años. Cuenta que siempre había tenido la ilusión de salir de Pereira, su ciudad, para vivir fuera y ver mundo. Sin embargo, no fue el afán de aventura sino la responsabilidad familiar lo que la impulsó realmente a emigrar. «Tengo dos hijos y soy madre soltera», dice, consciente del enorme significado que encierra esa frase tan corta. «El dinero no alcanzaba para cubrir gastos, lo que ganaba no era suficiente y la situación no se podía sostener así. Eso fue lo que me motivó a partir», explica. Tras darle muchas vueltas al asunto, se montó en un avión rumbo a Euskadi.
«Una prima mía vivía Bilbao y eso me decidió. Tener a alguien cercano en un lugar que no conoces de nada te ayuda y te infunde confianza». Lo que no consigue, sin embargo, es evitar que los primeros tiempos sean duros. «Cuando estás recién llegado, no te enteras mucho. Es difícil, porque todo te parece extraño», explica Carolina, que todavía recuerda el lío que se hacía con los nombres de las calles. «Tx, tz, San Inazio, Vitoria… -repasa divertida-. Por un lado, me liaba con la pronunciación y, por otro, tenía la impresión de que las cosas estaban mal escritas».
Su percepción cambió en poco tiempo, en cuanto descubrió la existencia del euskera. Bastante más tardó en cambiar la sensación de soledad. «El trabajo es importante para la integración. Cuando consigues un empleo, comienzas a relacionarte con otras personas, generas vínculos y eso te ayuda», expone y hace una pausa. «Eso sí -continúa-, no hay nada que pueda aliviarte si estás lejos de tus hijos. No importa que tu esfuerzo sea para darles algo mejor; cada día que estás lejos de ellos pierdes el brillo en los ojos». Sabe bien de lo que habla. Pasaron cinco años antes de que pudiera traer a sus pequeños.
Entre tanto, Carolina comenzó a forjarse un camino cuyas primeras etapas fueron similares a las de «la mayoría de mujeres inmigrantes: trabajé de interna, cuidé niños, acompañé ancianos, fui camarera y hasta llevé un bar», repasa. «El cambio está bien, pues te permite progresar. Yo creo que uno debe animarse y probar cosas. Si no te lanzas, no avanzas, y nadie va a hacerlo por ti», reflexiona ahora, que ha dejado la hostelería y el empleo doméstico para dedicarse a lo que realmente le gusta: el mundo de la estética, la cosmética y el desarrollo empresarial.
Cambio de trabajo y de vida
«A través de una clienta del bar conocí una marca de cosméticos estadounidense que me llamó mucho la atención porque tenía una línea de productos para pieles morenas, como la mía, que aquí no son tan fáciles de encontrar. Me interesé en el tema y descubrí que esta empresa ofrecía cursos de formación y la posibilidad de trabajar como consultora de belleza -relata-. Poco a poco, me fui adentrando en este mundo, empecé a vender, a dedicarle más tiempo, hasta el punto que dejé todo lo demás para dedicarme a esto de manera exclusiva».
Carolina explica que su trabajo tiene «múltiples ventajas». En estos años, ha formado su propio equipo, ha abierto su oficina en Leioa y ha conocido a una gran cantidad de mujeres que, como ella, se han animado a probar algo distinto. «Una de las cosas más positivas es que, con este modelo de negocio, dependes solo de tu trabajo y de tu esfuerzo. Puedes dedicarle unas pocas horas a la semana o hacerlo en tus ratos libres para contar con un ingreso extra, o puedes apostar por ello al 100% y mantener tu casa y tu familia», describe. Y agrega: «Yo soy de las personas que creen que todo lo que te propones, con esfuerzo y constancia, lo logras. La verdad es que estoy encantada de la vida con mi trabajo y con la gente que he conocido aquí».