Hace un par de semanas, la banda de rock Outernational presentó una canción de protesta que ya ha dado la vuelta al mundo. Con la colaboración de René Pérez, vocalista de Calle 13, esta banda neoyorquina subió a Internet un tema que reivindica el derecho a la libre circulación de las personas. El título: ‘Todos somos ilegales’.
Mientras eso sucedía, en Bilbao tuvo lugar un taller que abordó el mismo asunto. El foro, organizado por la asociación Encuentros, planteó un debate sobre las trabas administrativas a las que se enfrentan miles de personas cuando deciden trasladarse de país para empezar una vida distinta. El objetivo de este taller, que contó con la participación de ciudadanos extranjeros y vascos, consistió en enfocar el problema desde la perspectiva de quienes lo padecen.
«Porque yo también fui ‘sin papeles'», dice el senegalés Cheikh Guèye que, con esta frase, cita el lema del foro y, a su vez, habla de sí mismo. «Si no tienes un permiso de trabajo, tus posibilidades de integrarte como ciudadano están muy limitadas desde el principio -señala-. Tener ‘papeles’ o no tenerlos marca una diferencia de oportunidades sustancial con respecto a las otras personas. Además, te somete a un sistema paradójico y perverso: para trabajar, necesitas un contrato y para que te contraten, necesitas ‘papeles’… Pero a estos no los obtienes si no consigues antes un trabajo. Es un círculo», describe. Uno que él conoce muy bien.
«Cuando llegué aquí, el primer día, pensé: ‘Necesito hacer algo, trabajar, estar activo’. Entonces uno de mis paisanos me dijo: ‘Cógete una bolsa, que nos vamos a vender’. Yo fui contento, porque creí que íbamos a trabajar al mercado, en un entorno normal, pero pequé de ingenuo. La faena consistía en ser vendedor ambulante. Enseguida comprendí cómo estaban planteadas las cosas; vi que, para un ‘sin papeles’, ese trabajo era lo máximo a lo que se podía aspirar. Y me entristeció. Duré solo tres semanas, hasta que dije ‘no va más. Si no puedo trabajar con dignidad, voy a seguir estudiando, que es lo que sé hacer’. Y me puse a ello», relata.
Desde aquello han trascurrido unos seis años. Y en ese lapso, la vida de Cheikh ha cambiado. Ha hecho cursos de formación y talleres ocupacionales. Ha hecho prácticas, ha trabajado y ha colaborado con las ONG en defernsa del comercio justo. También está en pareja con una chica de aquí. «La integración solo se logra por dos vías: el diálogo social y el mestizaje -sostiene-. «Si tu padre es negro, tu madre es paraguaya o tu abuelo es boliviano ya no puedes arremeter contra el que es diferente».
Calles vascas por el mundo
«Muchas veces oyes aquí la frase de ‘No queremos extranjeros’. Y yo, cada vez que la escucho, me pregunto si quienes dicen eso son conscientes de lo que han hecho sus abuelos. En Cuba, en Perú o en Argentina hay muchísimas calles que llevan nombres vascos y eso no es por casualidad. Los vascos también han emigrado en el pasado, y algunos vuelven a hacerlo hoy. Por eso es importante no confundir los conceptos: las personas, antes de ser ‘regulares’ o ‘irregulares’, somos personas», subraya.
De formación sindical, Cheikh fue controlador de coste salarial en una empresa de procesado de pescado de Dakar, «la más importante de África Occidental», puntualiza. Allí, además de supervisar los sueldos de unos 5.000 empleados, se dedicaba a «luchar contra la pobreza del país y a promover los derechos y las leyes que amparan a los trabajadores». Una de las cosas que aprendió al venir aquí es que «el coste laboral en Senegal es muy bajo: la gente trabaja más horas, cobra menos y no ve las ganancias de aquello que produce. Lo que aquí se vende a veinte euros, allí se compra a tres», lamenta.
Entre sus proyectos, Cheikh baraja regresar a Dakar para ayudar a su gente y ser parte activa del cambio social. Si no lo ha hecho hasta ahora es porque también busca reivindicar los derechos de las personas aquí. «Uno puede perder una batalla, pero no hay que rendirse pronto. No se trata solo de uno, sino de las generaciones que vendrán. Si vas a Francia, verás a muchos extranjeros conduciendo trenes, trabajando en la Administración, incluso como policías. Eso no es algo espontáneo. Ocurre porque varias generaciones se han esforzado en integrarse. Porque se lo han currado».