240 | Alejandra

No llevan un cartel que lo anuncie, no siempre lo comparten, ni son fáciles de distinguir. Sin embargo, están ahí. Mejor dicho, están aquí, viviendo en la ciudad como uno más aunque sean portadores silenciosos de unas vivencias muy duras y una realidad que a los demás se nos escapa. Son refugiados: personas que se han visto obligadas a huir de sus países de origen y que reclaman el Derecho de Asilo, un derecho que les corresponde pese a que no siempre se les concede. Invisibles muchas veces, apátridas otras tantas, perseguidos siempre, son -según los datos oficiales- 43 millones de personas.

Pasado mañana se conmemora el Día Mundial de las Personas Refugiadas, y el País Vasco no será la excepción. En muchos municipios de Euskadi se realizarán actos, se impartirán conferencias y habrá espacios para el análisis, la información y la reflexión. «Es necesario que hablemos sobre ello porque el Derecho de Asilo es un gran desconocido y, además, se ha diluido mucho en los últimos tiempos», explica la colombiana Alejandra Sepúlveda, que trabaja en la delegación vasca de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR).

«El Derecho de Asilo incluso ha perdido cierta vigencia -prosigue-. Desde la Segunda Guerra Mundial y la Convención de Ginebra -momento en que se aprobó-, han cambiado muchas cosas. Hoy en día, este derecho casi se reduce a la parte política, aunque hay otros motivos de persecución». La raza, la religión y la pertenencia a ciertos grupos sociales son los más conocidos. «Y a estos hay que añadir las persecuciones por motivos de género, que sufren muchas personas por sus preferencias sexuales, y muchas mujeres por el simple hecho de serlo».

Este último colectivo, el femenino, preocupa de un modo especial, puesto que «las mujeres siguen siendo un grupo invisible, tanto en materia de persecución como en su trabajo en favor de los cambios sociales», indica Alejandra que, además de ser especialista en Cooperación, es psicóloga. «Antes de venir a Euskadi, hace cinco años, yo trabajaba con personas desplazadas y víctimas del conflicto colombiano -relata-. Pero fue aquí donde empecé a interesarme más por los refugiados y el Derecho de Asilo. Yo, que estaba en contacto con poblaciones forzadas a desplazarse, no lo conocía en profundidad. Por eso me parece fundamental difundirlo a todo el mundo», opina.

Mirar el problema a los ojos

Hacer visible lo que pasa desapercibido o lo que duele mirar. Visibilizar el problema y, más que eso, a las personas que lo sufren. Este es el objetivo general de la jornada y, también, el de una propuesta internacional que este mes desembarcará en Getxo. «Mañana se inaugura una exposición fotográfica colectiva, con imágenes realizadas por 24 mujeres -anuncia-. Las autoras son víctimas y sobrevivientes del conflicto en Irlanda del Norte y de otros países fuera de Europa como Irak, Egipto, Uganda, Sudán, Congo, Nigeria o Palestina», enumera.

En esta muestra, que se titula ‘Haciendo nuestra verdad visible’, cada mujer ofrece cuatro fotos: una representa su pasado; otra, su presente; la tercera, su futuro. Y la última es un retrato hecho por sus compañeras en ese proceso. «Lo fundamental -indica la psicóloga- es que estas mujeres hacen el ejercicio de imaginar un futuro diferente y positivo, más allá de lo que han vivido en sus países». No es poco, ya que los enfrentamientos bélicos y las persecuciones «provocan estragos en las víctimas y la sociedad».

«Hace unos años, cuando todavía vivía en Colombia, trabajaba en el sector empresarial. Poco a poco empecé a vincularme a proyectos sociales impulsados por los jesuitas. Gracias a eso descubrí dos cosas: que el mundo empresarial no me satisfacía y, más importante todavía, que tenía mucho para hacer en materia de Derechos Humanos. Llegué al País Vasco para hacer un master en Cooperación, en Hegoa. Y decidí quedarme porque el trabajo social me enganchó. Por supuesto, vine muy abierta a aprender cosas nuevas, pero también muy convencida de que tengo mucho que aportar. En realidad -puntualiza-, creo que todos los extranjeros tenemos cosas que dar. La población inmigrante es mucho más que las demandas sociales que nos achacan».

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