Ernesto Coronado es psicólogo. Se marchó de Colombia en 1999 y, aunque su primer destino fue Zalla, ahora vive entre Pamplona y Bilbao. En Navarra, trabaja para el colegio Luis Amigó. Concretamente, para el Centro Lagun Etxea, que funciona como residencia de los jugadores juveniles del Club Atlético Osasuna. “Los chicos que no son de Pamplona, los canteranos del club, viven y estudian aquí. Son chavales que llegan de Cataluña, Canarias, Alicante… o, incluso, de más lejos, como Rumanía o Mali”, detalla.
En Bilbao, su trabajo es un poco distinto. Aunque también se dirige a los jóvenes desde una perspectiva psicológica y educativa, el acento no está puesto en el deporte, sino en el cuidado personal. Ernesto dinamiza los encuentros de educación sexual para adolescentes que ha puesto en marcha la Asociación Camino al Barrio, la emisora Candela Radio y el grupo de comunicación Venteveo, con el apoyo de la Diputación Foral de Bizkaia.
“En realidad, sí hay puntos de contacto entre ambos proyectos -matiza-. Con los chavales deportistas hay una formación integral -deportiva, académica y personal- que incluye aspectos como el manejo de la frustración, la gestión de las emociones o la organización del tiempo. Con los chicos y las chicas de Bizkaia, el énfasis también está en las emociones y, sobre todo, en el comportamiento”.
Cuando se planteó hacer realidad el proyecto de educación sexual y seguridad, Ernesto tuvo muy clara una cosa: “Que no iba a hacer una ‘campaña profiláctica’ ni centrada en la ‘mecánica’ de la sexualidad”. Su objetivo, insiste, siempre está puesto en las actitudes. “Hoy en día, cualquier chaval entra a Internet y enseguida encuentra información sobre los preservativos, por ejemplo. Lo que a mí me interesa es otra cuestión. Si un adolescente tiene acceso a la información y conoce los peligros, ¿por qué mantiene conductas de riesgo? ¿Por qué no se cuida?”.
En su opinión, “el modo en que nos comportamos es una expresión de aquello que pensamos, y es esto lo que debemos trabajar. Las campañas de sensibilización están muy bien, pero funcionan a largo plazo. En lo inmediato, las estadísticas muestran que los jóvenes asumen conductas de riesgo pese a tener a su alcance todo tipo de información. Y lo más triste de esto es que, al final, sólo somos efectivos en el comportamiento cuando tenemos un problema, y no antes, a la hora de evitarlo”.
Universo o ‘multiverso’
A Ernesto le gusta el trabajo con grupos, donde puede apreciar la diversidad pero, también, las semejanzas. “Hay tendencias universales, más allá del país o la cultura de la que provengas”, señala, y lo dice con propiedad. Antes de incorporarse al colegio Luis Amigó y de impartir los talleres de ‘Espacio seguro, sexo sin riesgos’, trabajó en centro Zabaloetxe. “Cuando estaba en Loiu, muchas veces me iba a la cama pensando en este asunto de la diversidad. Me decía a mí mismo: ‘¡Caramba! Soy un colombiano que trabaja con chavales de Marruecos en un país que no es el mío ni el de ellos’. Eso no era un universo; más bien era un ‘multiverso’”, describe.
Quizás por eso, para llegar hasta él, hubo un largo -y aventurado- recorrido. “Yo vine a Euskadi porque conocí a una chica; una mujer con la que me casé, y de la que, unos años después, me separé. Me marché de Bogotá sin haber terminado la carrera, pero decidí continuar mis estudios aquí”, sintetiza. “El proceso de adaptación fue complicado al principio -prosigue-, pues no es fácil ser latinoamericano y encontrarse con la cultura vasca, que es tan diferente. Al comienzo dedicaba mucho energía a desencriptar las palabras, las maneras y las intenciones”, explica.
Sin embargo, con el tiempo consiguió fusionarse. Y, también, acabar los estudios. “Tardé casi cinco años, pero lo hice. Cuando vivía en Zalla, viajaba en autobús hasta Bilbao; desde allí, cogía otro autobús hasta Donosti y, una vez en San Sebastián, esperaba un tercer bus para llegar hasta el campus. Tardaba dos horas en ir y otras dos en volver. Y más de una vez estuve a punto de tirar la toalla, pero no me rendí. La universidad fue genial para mí; un lugar de enorme calidez en el que siempre me sentí acunado. Gracias a eso, trabajo en lo que me gusta”.