Para muchos extranjeros, Euskadi es un destino inesperado y casual, o está ligado a referencias familiares y afectivas. Para Alexandre Paris, no. Ni llegó aquí por casualidad, ni tenía amigos esperándole. En su caso, la decisión de trasladarse al País Vasco fue meditada con tiempo… tanto que él mismo la define como una “elección estratégica”: la “mejor opción” para él y su mujer, que es logroñesa.
La historia personal y la trayectoria profesional de este ingeniero francés son vitales para entender ese paso. “Nací en París, pero viví en Burdeos desde que era muy pequeño hasta que cumplí 21 años”, relata. Entonces regresó a la capital. Allí estudió ingeniería industrial en la ENSAM – la Escuela Nacional Superior de Artes y Oficios-, se especializó en diseño y desarrollo de nuevos productos y comenzó su actividad profesional en Peugeot, durante el último año de su carrera.
Pero Alexandre no se quedó allí. Se marchó de la ciudad… y del país. “Me fui a Inglaterra, concretamente, a Oxford, para trabajar en el centro de I+D de una multinacional americana de envases”, precisa. Lo interesante es que, al cambio laboral, se sumó otro: el personal. Y es que ahí, en la empresa, Alexandre conoció a su chica, una licenciada en Química oriunda de Logroño.
“Vivimos en el Reino Unido durante cinco años, pero ambos queríamos estar más cerca de nuestras respectivas familias -señala-. Empezamos a pensar cómo hacerlo, qué lugares había en el norte de España o en el sur de Francia, hasta que llegamos a la conclusión de que el País Vasco era el sitio ideal, tanto por su situación geográfica como por las posibilidades de crecimiento profesional para los dos”.
Alexandre y su mujer comenzaron a buscar trabajo. 2007 se estrenó con una vorágine de correos electrónicos y entrevistas laborales por teléfono, hasta que surgieron oportunidades claras. “Tras resolver ese asunto, dedicamos los siguientes tres meses a preparar el traslado”, dice este ingeniero que, en la actualidad, es investigador gerente en la División de Innovación y Sociedad deTecnalia. “Mi trabajo consiste en intentar crear oportunidades de negocio para y con otras empresas”, detalla.
Con la casa a cuestas
Meticuloso y detallista, Alex hizo algunos viajes previos a Euskadi para buscar vivienda, ya que no había nadie que pudiera recibirlos al llegar. “Mi esposa y yo alquilamos una casa cerca de Castro Urdiales, donde vivimos durante siete meses, hasta que compramos la nuestra en Leioa”, comenta. Sin embargo, toda planificación fue poca a la hora de hacer el traslado desde Inglaterra.
“Ay… ese viaje -recuerda entre risas-. Fue tremendo, porque vinimos en coche y en ferry, y con los coches cargados a tope. Estuvimos hasta el último día vendiendo y regalando cosas y, aun así, llenamos los dos vehículos hasta arriba. Así nos fuimos conduciendo unos 160 kilómetros, desde Oxford hasta llegar al puerto donde nos montamos en el ferry. Casi no teníamos visibilidad, no podíamos adelantar en la autopista, y nos guiábamos el uno al otro hablando por el móvil”. Eso sí: conectado en modo manos libres. “Inconciencias las justas”, agrega divertido.
Para él, que ahora tiene 32 años y acaba de ser papá, Euskadi es un lugar ideal. “Tiene playa y tiene monte, las ciudades están pensadas para la gente, estamos cerca de nuestros afectos y, en lo personal, me siento muy a gusto”. Cada vez que va a Burdeos, vuelve con algunos quesos de cabra, yogures especiales y confit de canard. Lo trae para a él y “algún que otro vecino”(afortunado, sin duda). “De todos modos -matiza-, aquí se come fenomenal. Si los ingleses hablan del clima, los vascos hablan de comida. Y lo hacen con una exquisitez que da gusto. El pintxo, el colchón de cebollita, el queso idiazábal… Ay, ¡ese queso me chifla!”.