Cuando Thomas Dietrich se ofreció a llevar a Isabel hasta su residencia, en Bremerhaven, no tenía ni idea de que aquel viaje en coche acabaría años después en Vitoria. Ingeniero en biotecnología, este berlinés trabajaba por ese entonces en un centro de desarrollo tecnológico; el mismo al que ella llegó gracias a la concesión de una beca. “El día que me ofrecí a llevarla -relata- acabamos tomando un café y quedando para para ver una exposición de Barceló en Hannover, aunque yo no sabía muy bien quién era ese artista”, confiesa. Tampoco sabía lo mucho que cambiaría su vida a partir de ese momento.
Thomas tiene 38 años y reside en el País Vasco desde hace más de tres. En diciembre cumplirá cuatro años como ‘nuevo vitoriano’. Desde que llegó a Euskadi, trabaja en Tecnalia, donde actualmente es responsable de proyectos europeos en el área Bioprocesos y Conservación. Pero, ¿qué ocurrió entre medias? ¿Cómo fue que se produjo el cambio?
“Mi novia, Isabel, es de Vitoria -explica-. Después de un tiempo en Alemania, encontró trabajo aquí y regresó a su ciudad”. Fue entonces cuando comenzó la relación a distancia, que duró dos años. “Sostener una relación así nunca es fácil, pero hay que verle la parte positiva -sugiere-: intentábamos vernos cada dos meses y cuando nos encontrábamos, aprovechábamos a disfrutar a tope… Bueno, también es cierto que tuvimos que pagar unas facturas de teléfono muy caras”, matiza con humor.
La pareja se consolidó y llegó el momento de tomar decisiones. “Y decidimos que yo debía mudarme a Vitoria, así que comencé a buscar trabajo aquí. Mandé unos cuantos currículos y, afortunadamente, me llamaron pronto para hacer una entrevista”. Le cogieron en Tecnalia y desde entonces no se ha movido de allí.
La adaptación a Euskadi, dice, “ha sido perfecta”. En buena medida, gracias a sus compañeros de trabajo, que le han recibido muy bien, pero sobre todo por la madre de su novia, “que me habla sin parar en español”. Claro que él también es muy disciplinado -está estudiando el idioma con un profesor- y, además, responsable. No es vano le han hecho padrino de un pequeño vitoriano, Pablo.
A propósito de pequeños, “si todo va bien, el mes que viene nacerá uno nuevo… 50% alemán, 50% vasco”, anuncia Thomas, y añade que la elección del nombre está resultado una “tarea difícil. La razón es que queremos un nombre que, tanto los abuelos de Berlín como los de Vitoria puedan pronunciar sin problemas, así que ¡aceptamos propuestas!”.
Adaptarse al ritmo local
“Vitoria es una ciudad muy cómoda para vivir. Puedes ir a casi cualquier sitio andando, tienes cine, teatro, piscina… todos los servicios de una gran urbe y, por otra parte, en cinco o diez minutos desde casa puedes ir al bosque a pasear con el perro”. Así describe Thomas a la capital alavesa, un lugar en el que se siente muy a gusto y muy integrado.
Una de las cosas que más le sorprendió al llegar (y que, asegura, aún hoy le sorprende) es “la cantidad de gente que hay en las calles a determinadas horas de la tarde, que para mí ya es noche. Comparado con Bremerhaven -dice-, donde a las siete la gente ya está en su casa, me llama mucho la atención que las personas de aquí estén hasta muy tarde fuera, sobre todo en verano y cuando hace buen tiempo”.
Sin embargo, para él no ha supuesto ningún problema adaptarse a ese ritmo. Al contrario. “Mi pasatiempo favorito es ir de pintxo-pote con mi pareja y los amigos”, suelta. Y, además, tiene unas preferencias muy claras: “Me gustan mucho las tortillas en su diferentes variedades, los bocadillitos de jamón serrano y los de atún”, especifica. ¿Y la bebida? “La bebida… ¿Tú qué crees? Soy alemán”.