El próximo sábado, durante toda la jornada, el municipio de Ermua acogerá el Urban Gazte Jaialdia, un festival de cultura Hip Hop patrocinado por el consistorio ermuarra y secundado por la asociación Euskalrap, que cuenta con miembros extranjeros y vascos. El objetivo de la agrupación y, también, del festival es dar a conocer el talento y la creatividad de los jóvenes que residen en las distintas localidades de Euskadi.
Lenis Ayala es de Colombia, vive en Bilbao y es una de los integrantes de esta asociación cosmopolita, de modo que asistirá al evento. “Yo no actuaré”, adelanta, “pero iré a disfrutar de las propuestas de los demás. Mi gran pasión es la música y hay gente muy talentosa que merece una oportunidad para enseñar lo que hace”, opina. No se refiere únicamente al rap. “Aunque la música es el gran referente de la cultura Hip Hop, también habrá otras intervenciones artísticas, como la pintura, el graffiti o el baile”, enumera.
Además, señala, habrá ocasión de “derribar unos cuantos mitos”. Por ejemplo, “los que ligan al rap con el machismo, la marginalidad o el vandalismo”, dice. “En la asociación hay chicos y chicas, hay personas de aquí y de fuera, y canciones con letras para todos los gustos. Algunos cantan en castellano, otros en portugués, en inglés o en euskera. También hay quienes siguen las tendencias americanas y quienes están más vinculados a los ritmos africanos. Y eso es lo bonito. Me parece muy interesante que, a pesar de las diferencias, la música urbana, el rap, sea un lenguaje internacional, un modo estupendo para expresarse y acercar culturas distintas”.
A propósito de los estereotipos, basta conocer personalmente a Lenis y conversar un poco con ella para replantearse unas cuantas cosas. El día de la entrevista, acude puntual a la cita tras dejar a su hijo en la escuela y antes de ir a trabajar. A pesar de su juventud, tiene un niño de diez años. Es madre soltera y, aunque empezó “como muchas mujeres, trabajando en una casa de familia”, con el tiempo pudo estudiar y mejorar su situación.
“Llegué a Euskadi sin nada y reconozco que, al principio, lo pasé bastante mal. Estaba sola y la única persona cercana era una amiga. Vine porque ella me lo sugirió. En Colombia, la universidad donde yo estudiaba cerró. Tenía 21 años y sentía que no estaba haciendo nada provechoso con mi tiempo, por eso decidí ampliar mis horizontes y buscarme la vida fuera”, resume.
Asumir las decisiones
Lenis explica que “no tenía una razón económica ni una necesidad acuciante para emigrar”. Su motivación principal, señala, era de tipo personal: “quería un cambio de vida”. Por supuesto, al llegar tuvo dudas. “No es fácil empezar desde cero. Menos aún cuando estás esprando un hijo. Pero, fíjate que, a pesar de las dificultades, no me planteé seriamente volver a mi país. Yo quedé embarazada porque quise y me fui de casa por decisión propia. Y, al igual que ahora, creo que uno debe ser consecuente y responsable de las decisiones que toma. Por eso, y porque Euskadi es un sitio apacible y seguro, me quedé”.
En los últimos diez años, además de ejercer de madre, Lenis realizó dos cursos de formación profesional. Es auxiliar de enfermería e integradora social. Conoce de cerca muchas situaciones de exclusión, violencia y marginalidad, pero “no por ser extranjera o latinoamericana”, sino porque trabaja en un piso de acogida con adolescentes y niños conflictivos. “Me gusta mi trabajo, aunque por momentos sea muy duro. Cuando estoy allí con los chavales, tengo una sensación muy clara de estar desempeñando un rol que es útil a la sociedad. Y cuando vuelvo a casa y miro a mi niño, me siento muy afortunada y agradecida”.